viernes, 5 de abril de 2019

EL FICHERO DE LA VERDAD

   
          Estoy acabando un libro novelado donde traigo al recuerdo un medio ambiente, el de la guerra civil y sus consecuencias, vivido en y desde España por una generación  dislocada que, sin desearlo, se vio sumergida en los más  extraños e irrepetibles sucesos que puede uno imaginarse.
          Es muy difícil recrear las angustias familiares ante una realidad que se veía venir: el hambre. Con una particularidad, era vergonzante: mejor disimularla y así eludir la compasión del prójimo.
         Al terminar la guerra, lo inmediato a resolver empezaba por la comida, seguía por la ropa con que  cubrirse y por tener un cobijo donde descansar. El que no necesitaba nada de esto -que los había- no valoraba la pobreza del vecino.
         En ese momento, pese a mi corta edad, con los bolsillos vacíos, tras haber perdido veinte kilos  de peso, sentí que la epidemia tuberculosa que invadía España, estaba llamando a la puerta de mi salud.¡Y me puse a temblar!
        Y no supe el porqué, -tal vez una llamada del puro instinto- pero inicié una vida en soledad, sin romper con la cortesía del saludo.
        ¿Por qué cuento todo esto?
         No lo podrán creer, pero barrunto que España camina de nuevo hacia un callejón sin salida. ¿El síntoma? Las manifestaciones publicas de unas ideas político-sociales cargadas de odio. Es el derroche de energía el que despiertan mi miedo. Si el odio se arma. la desgracia se expande.
        ¿Y por qué grito si  sé que estoy de despedida? No acierto  a explicármelo.                                             ¡Gracias por haber soportado el rollo!

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