AVANCES ELECTRÓNICOS.- Si uno observa sin pasión los cambios que asumen y hacen suyos un gran parte de españoles, advierte que están al día y manejan con habilidad y eficacia los inventos electrónicos puestos en el mercado para comunicarse con rapidez y a precios muy holgados.
Las empresas creativas han visto, en estos progresos, un medio de prosperar y no han dudado en modernizarse y en aumentar, gracias a este adelanto, su clientela y sus beneficios. Como ejemplo palpable está la evolución de las oficinas bancarias que, gracias a la implantación del sistema comentado, se han reducido en número y han aligerado las nóminas en beneficio propio y de sus clientes.
En el mundo político, en los centros oficiales, -llevando la contraria al progreso que predican- no se preocupan en reducir gastos por este conducto.
¿Por qué?
Por no originar despidos, que afectarían a personas -muchas- que hoy se nutren con la sopa boba, gracias a un vigente pero viejo modelo clientelar al que se acogen familiares y amigos de confianza de tales políticos; viven en el siglo XIX.
Este politiqueo viejo y trasnochado, pese a quien pese, nos lleva a la pobreza generalizada que afecta muy directamente a las clases medias que, en estas condiciones, no invierten.
Los políticos prometen a cargo de endeudarnos. La práctica del lujo oficial, la costumbre del gastos superfluos, los viajes inútiles de alto copete, la escenificación del ridículo, etc., cuestan mucho dinero y arruinan al más pintado.
La política atrayente que consiste en ayudar al inversor -no precisamente rico- brilla por su ausencia. Esa es la clave.
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