martes, 28 de febrero de 2017

POLÍTICOS Y POLITICASTROS

      Con el dinero de los asalariados -aparte fruslerías- pueden suceder dos cosas: que no llegue para pagar las necesidades y pequeñas debilidades de la persona o familia que se lo trabaja, o que pase a sobrar y pueda cada quién sumar algún ahorro a fin de mes y dormir sin preocupaciones económicas.
      Imagino que estas incidencias y otras que dimanan del uso  y abuso de la vil moneda, tendrán sus nombres técnicos,  muy atinados supongo, pero no hace al caso: con  que me entiendan, me basta.
      Por las noticias que difunde  la inmensa clase periodística,  son más los que sufren por defecto que por ir equilibrados en el manejo de sus ingresos. Pero no olvidemos; a estos últimos los  sigue de cerca -como el galgo a la liebre- toda una turba de expertos exploradores del beneficio ajeno: los tenaces recaudadores del erario público,  sin los cuales la vida sería a aún mas difícil, a tenor de cuanto dicen los mejor informados.
      Está demostrado por siglos de historia que  esta situación - muchos pobres, pocos ricos - favorece el nacimiento y desarrollo de los llamados politicastros que, como los hongos, son en su mayoría malignos: frente a  políticos, competentes y honestos, aparecen por millares, los  politicastros corrompidos e ineptos. No suelen abundar los primeros que, no obstante,  son imprescindibles. Se detecta, al contrario,  que los politicastros más venenosos  surgen como si fueran hongos: cuando das por desaparecidos a unos, surgen otros nuevos. De los politicastros (como de los hongos) dicen los libros que son parasitarios y que  muchos viven sobre materias en descomposición.
      Si alguien cree que las cosas han cambiado -por cómo funcionan los tribunales de justicia y por la desaparición el bipartidismo- se equivoca. ¿Por qué? Porque a mayor numero de partidos mayor número de politicastros;  y a más politicastros, mayor número de pobres.
      En España, lo selecto de cada gremio no suele ser reconocido por las multitudes. Obedece este fenómeno a la abundante segregación  de la más corrosiva y puñetera envidia.
     ¡Los dioses ciegan a los que quieren perder!



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