viernes, 10 de febrero de 2017

LA LUCHA POR EL PODER

     Una de las servidumbres por  las que han de pasar los políticos profesionales (excluyo a los pocos que actúan  por vocación) es su afán por figurar en nómina; en la que fuere con tal de que les otorgue cierta estabilidad económica.
     Este muy bien disimulado deseo de nutrir su cartera, han de venderlo a  sus electores -y al público en general- como si obedeciera a una conducta (aparentemente)  generosa  que, por  pura conveniencia, hay que fingirla a diario. No les importa recurrir al tópico,  "hasta dejar la piel en el intento", o a la malhadada frase de "nosotros no robamos como hacen los demás", o aquello de "nadie nos puede dar lecciones de democracia" o el culto al olvido, "quisieran tener como nosotros, una historia política tan limpia y honorable";   y se olvidan de las canalladas que toleraron, consintieron y propiciaron.
     Comprenderá, el bien intencionado lector, que la política al uso, aquí y en las quimbambas, esté plagada de impostores y llena de malos intérpretes: fingen muy mal y se les ve el plumero a larga distancia. Un buen político al estilo, lleva dentro un buen actor.
     Ahora, durante semanas, se vienen atacando como gallos de pelea y manejan a degüello las navajas, los dirigentes de un partido político cuyo nombre no hace al caso. Luchan por el inveterado poder y, de paso, por  las compensaciones económicas que reporta. Pero nos quieren hacer creer que sus retorcidas dentelladas y sus puñaladas traperas, son cariñosas fintas dialécticas, llenas de nobleza democrática y hasta patriótica, en beneficio de los electores más desvalidos, por los que se están jugando la piel... ¡Ni mucho menos!
      ¡Cosas veredes Sancho...!


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