sábado, 18 de febrero de 2017

GASTOS INÚTILES A CARGO DEL ERARIO PÚBLICO

     En Vitoria-Gasteiz, donde resido, hay un paseo único que arranca en el centro de la ciudad y lleva hasta la basílica  de Armentia, en el extrarradio, puesta bajo la advocación del Patrono de Álava, San Prudencio. Es un paseo emblemático, lleno de historia, muy frecuentado por los cardiópatas vitorianos y por los  "deportistas" que se sirven de las instalaciones del entorno de Mendizorroza.
     Cerca de estas modernidades hay un rinconcito que aloja una fuente de aguas mineralizadas, que estuvo de moda en el siglo XIX y que mereció la atención municipal: levantaron un chiringuito que facilitaba a los visitantes las  aguas con cierta comodidad; y el recinto lo llenaron de árboles.
     En los albores del siglo XXI alguien, desde el municipio vitoriano, sentenció: "Aquí  hace falta un bar".  Y levantaron un edificio, en la campa que rodeaba la fuente,  para instalar un bar de lujo, que tuvieron que cerrarlo por constituir un sonado fracaso. ¡Gasto inútil del que nadie, que se sepa, ha rendido cuentas. ¡Un bar con dinero público! No se le ocurre ni al que asó la manteca, que dirían nuestros abuelos. Ahí sigue, cerrado y vallado con alambres que no impiden  el asalto y los desmanes de algún gamberro que se sale de madre, entre los que aún abundan.
     ¡Cálmese amigo! En otras ciudades lo que en Vitoria es un bar, fuero aeropuertos sin  viajeros, palacios para exposiciones que se  usaron un par de años, edificios emblemáticos, fabulosas instalaciones deportivas...
      ¿Qué dicen? ¿O no se acuerdan de la catedral nueva, tan costosa como anacrónica, cuando vino a resultar  que la vieja catedral era una joya? La catedral neogótica hubo que acabarla  -eludiendo hojarasca-  con dinero público. ¿Y no tienen en cuentan que hemos construido una plaza de toros cubierta con el pretexto de los multiusos, ahora cuando se está perdiendo la afición taurina y sobran locales para otros fines?¿Y el aeropuerto alavés de Foronda sacrificado en pro de las ambiciones  bilbainas que vuelan sobre un sucedáneo que tiene sus riesgos y no los reconocen?
       Como dijo la señora aquella, el dinero público no es de nadie.
        ¡Cosas veredes, Sancho!
   






















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