sábado, 25 de febrero de 2017

LOS POLÍTICOS COMO REMEDIO

     A medida que los cambios socio-económicos llegan a caer sobre un pueblo, surgen los conflictos y las mesnadas de voluntarios que quieren arreglarlos.  A tal efecto, estos voluntarios componedores, se proclaman expertos políticos. Pero suele suceder que esos políticos,  anunciados como solución, muy al contrario, pasan a ser el problema.
      Veamos el caso de España y de sus  alrededores. En tiempos del Presidente,  Aznar, según él
mismo proclamaba, España iba bien. Estábamos entre las primeras potencias mundiales. Se gastaba dinero a espuertas. Aznar anunció su  retiro estando en la cresta de la ola, y decidió pasar los trastos del poder a Mariano Rajoy.
      Pero los atentados del 11 M (en el año 2004), vísperas electorales, tuvieron secuelas que fueron mal gestionadas por el gabinete de Aznar. Las elecciones dieron el poder a Rodríguez Zapatero, que manejó el gasto público a sartenazos y nos metió de hoz y coz en una crisis inesperada que no acabamos de superar.
     Con la crisis se quemaron muchos políticos y aparecieron otros nuevos, con nuevos sueños, todos cargados de promesas, pero  sin medios económicos con los quehacer frente al  creciente déficit.del Estado; y donde no hay cecina todo es mohina.
     Ahora, desde los EE.UU de América, llegan los cambios. La culpa es de los forasteros. Las migraciones son multitudinarias.  Todos somos buenos con  el dinero del prójimo pero si los que vienen son pobres... es otra cosa. Y se abren dos tipos de soluciones: la de puertas abiertas a todo extraño al país, o éste se cierra con murallas para impedir el paso de  todo signo de pobreza.
    Es  muy duro decirlo, pero las soluciones  para miles (millones) de problemas -tan viejos como viejo es este mundo- son de sobra conocidas. Y triunfa la ley del más fuerte, que no quiere decir que sea la más justa.
    Esto no  lo arreglan los políticos, pese a que cada uno con más ahínco, busque su  solución en bien de todos. Casi todos, la encuentran para sí mismos, pero las  mayorías votantes se quedan en la lista de espera.
    Menos mal que hay excepciones.
    ¿Pesimismo? No. Ya lo dijo el maestro: optimismo bien informado.
   



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