jueves, 16 de junio de 2016

POLÍTICA DEL MAL MENOR

       Así lo anuncian algunos políticos: a lo grande. No son profetas, pero sí  voluntariosos y no les avergüenza el pronóstico: nos prometen la  felicidad plena. Están seguros: el cambio nos hará felices. Se lo creen. No dicen si este cambio será  bueno o malo: sólo se refieren al cambio desnudo de calificativos.
      De lo que podemos estar seguros es de que si uno les vota  y millones de personas aciertan  a elegirlo, su vida, la del político,  dará un giro favorable. El cambio  prometido nunca causará el asombro al resto del género humano, pero  suele ser bueno para el político electo.
      Por eso, estas cuestiones debe de tomarlas el elector en dosis discretas. La política es como el picor de  espalda: es un mal menor mientras se cumplan los dictados legales. Sería soportable si los líderes predicadores del cambio se moderaran y te permitieran un raspado de piel con prudencia  -es decir lo suficiente para activar otros estímulos- hasta resultar placentero. Sin excedernos puede ir todo bien, pero si te pasas y ulceras tu epidermis, todo ira peor. Y eso,  ¡nunca! Nos conformaremos con un mal menor.
      - ¿Un mal menor? ¿Qué es eso?
      - Llevar gafas, por  ejemplo. Peor sería no ver
      - Entonces, tú eres partidario de los políticos de vuelo corto.
      - Está claro: pero  votaría siempre al que para mí resultare menos  dañino.
      - ¿No pìensas en los demás?
      - Claro que pienso. Lo que es malo para mí,  tampoco puede ser bueno para millones  de personas.
      - Extraña respuesta...
      - Es la más lógica.
      - Tal vez; pero la más rara.
      - Sí; si yo tuviera una fórmula mágica para dar con una buena respuesta, me haría político.
      -  Eres un hombre sin fe.
      - Tiene usted razón. Me raparon siendo imberbe. Los políticos me anunciaron: "ni un español sin pan; ni un hogar sin lumbre". Nunca pasé  más hambre,  ni más frío. Me vacunaron contra la fe.
      -  Con tan poca fe, ¿votará?
      -  Votaré. Pero no  me fío de las grandes promesas. Le repito: votaré al menos malo.
      - ¡Hombre precavido!
      - Señal de que ha sufrido. Algo hay de cierto: el hecho de existir y estar en algún sitio,  hay que ganárselo. Por eso me conformo con políticos menos malos;  o más cautos en sus previsiones.
       ¡En tiempos difíciles las cautelas no molestan!
       

     

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