lunes, 13 de junio de 2016

HORIZONTE CARGADO DE NUBARRONES

     Notables socialistas de nuestros días hablan del PSOE y de su historia (más de cien años en faena) con una complacencia que anula por completo los errores y fracasos de su gesta y solo tienen presentes los días de  gloria y risas o sea de vino y rosas.
     Un personaje destacado  de su cuadro de honor, Julián Besteiro, sucesor de Pablo Iglesias en el liderazgo del partido, manifestó su oposición a la deriva revolucionaria del PSOE en octubre del 1934 (sucesos de Asturias) y antes de la guerra del 36 estuvo en contra de la revolución del proletariado, tan deseada por Largo Caballero y, a su estilo, por Indalecio Prieto, en este orden. Ambos -los dos últimos- se tenían por  demócratas, pero las "circunstancias" fueron consideradas como imperativas. Es decir que ya en tiempo de la II República, en el PSOE convivían dos tendencias: una moderada y dialogante  y otra revolucionaria y rompedora.
     ¿Acaso ahora también están enfrentadas dos almas en el mismo PSOE? Son distintas, hemos de admitirlo,  las "circunstancias" pero existen esas dos almas: una es constitucionalista... ¿y la otra?   También, pero si por ellos fuera le darían una patada a la Constitución para sustituirla por otra junto a los "podemitas".
     Algo parecido ocurría en aquellos tiempos. Santiago Carrillo, el joven, (su padre, don Wenceslao, era otra cosa) se fue  con las juventudes socialistas que le siguieron desde el PSOE hasta el PC de la preguerra. Puede que veamos a muchos socialistas de hoy con ganas de hacer algo semejante: ir del bracete con UNIDOS PODEMOS en la actual contienda electoral.
     Si se cumplieran los pronósticos de las últimas encuestas, el PSOE  tendría  la llave del futuro gobierno de España. Si  el alma volandera del socialista Pedro Sánchez así lo quisiere y no se lo impidieran de alguna forma,  podría gobernar PODEMOS. Si por el contrario, los varones del PSOE forzaran la dimisión de su Secretario General ante unos supuestos malos resultados electorales, podría abordarse, probablemente,  una reforma constitucional sin romper  el deteriorado  símbolo de la concordia española.
    Pero, tal y como se  pinta la situación por los más expertos, y dada la falta  generosidad y voluntad de acuerdo entre todos los que se autocalifican como constitucionalistas, el horizonte no aparece despejado. Es aún peor: está cargado de nubarrones.
    No perdamos la esperanza. Menos se perdió en Cuba.      

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