viernes, 3 de junio de 2016

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

     Es innegable que ciertas emisiones de T.V. están orientadas a formar opinión con el ánimo dispuesto a ganar votos para determinados  partidos polìticos. A medida que la lucha electoral se agudiza, la inclinación partidista se desborda y no puede pasar desapercibida.
     El intento de estas emisoras, por mantenerse neutrales y sin  dejarse influir por tendencias partidistas, es imposible en la práctica, lo que no impide que el artificio funcione con opiniones contrapuestas (aunque condicionadas) para dar el pego de autenticidad e independencia.
     No es verdad: esas emisiones están muy meditadas y guardan una íntima relación con las necesidades financieras del medio. Y no lo digo por estar supeditadas  a  potentes grupos influyentes; más bien creo que tratan de captar clientela dejando actuar a nuevas figuras. Han hecho con ellas y gracias a ellas un corro de opinantes,  un púlpito para su  propaganda que llega a millones de hogares a través de estos medios.
     Así alcanzó popularidad en pocos meses el partido PODEMOS. Y así quisieron desgastar al PP con persistencia razonada y tremendista, hasta alcanzar un grado de pesadez corrido de rosca. Pero todo tiene un límite: fue reduciéndose el número de adictos a esas emisiones y bajando su  influencia sobre los votantes.
     Lo paradójico del caso es que PODEMOS,  que se dedica a diario a defender los derechos humanos, tiene como proyecto soterrado -no obstante descubierto por boca de sus leales- un cuadro de limitaciones y controles sobre las empresas mediáticas creadoras de opinión. Algo que ya sucede en  otras naciones donde dominan los partidos populistas. Algo que, -como ustedes pueden suponer- viene a mejorar  el derecho a la libertad de expresión.
     PODEMOS, como el cielo que quiere conquistar al asalto, está empedrado de buenas intenciones.
     




   

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