domingo, 27 de diciembre de 2015

UNAS AUTONOMÍAS PROVINCIALES .

      Me van a perdonar el atrevimiento, pero conviene que sepan que manifesté pública y notoriamente mi abstención  cuando se votó por primera vez el texto  constitucional. Muy sencillo: para mí el título VIII y artículos concordantes constitucionales  nos llevarían, al cabo del tiempo, a un callejón sin salida; nos llevarían a replantearnos la secesión  de Cataluña y del País Vasco español para empezar, y de Galicia y otras regiones en fases sucesivas. Y así está sucediendo.
     Ahora veo cómo se van materializando las fases de la secesión a la catalana,  algo que nunca  pude imaginar. Es decir, nunca pensé que sería desde la deslealtad y traición a unos principios, a una legislación y a unas instituciones españolas,  sin  que el Gobierno ni la oposición (anti secesionistas) fueran capaces de ponerse de acuerdo para impedir esta burla; o mejor dicho, este corte de mangas con que los catalanes separatistas nos  han mandado a los españoles y a su soberanía a tomar vientos, por no decir algo peor, incluyendo en el desprecio a partidos políticos españoles y a organizaciones supranacionales
     Pero el asunto es más grave, ya que las autonomías actuales (salvo alguna excepción) fueron concebidas a lo grande. Necesitaron  montar un descomunal aparato autonómico de alto coste, sin que olvidemos el gasto que dimana de las subvenciones y ayudas -muchas de ellas partidistas-, asumidas para mantener vivo el espíritu que aviva el hecho diferencial de cada territorio autonómico.  Ahora, algunas se las ven y desean para cumplir con sus presupuestos y  no ir a la suspensión de pagos;  sin contar con que, en bastantes casos, las tales autonomías han sido fuente de corrupción y manantial de empresas inútiles. Cataluña es  un ejemplo.
    Para más inri se quieren cargar a las Diputaciones provinciales, después de haberlas reducido a la mínima expresión, culpas que no son suyas.  Quieren que desaparezcan, pese a estar reconocida sus existencia en la Constitución. Sí; hace falta emprender una reforma constitucional. Y las Diputaciones pueden jugar un gran papel en esa reforma. Si queremos salir del atolladero al que nos han llevado la osadía de unos y la incuria (poco cuidado, negligencia) de otros en el proceso autonómico español, no habrá otro remedio que idear un cambio y hacerlo con sentido constructivo.
    Las autonomías que hoy abarcan  demarcaciones regionales, podrían  perdurar previa demostración  de un hecho cierto: para que una autonomía funcione bien, no hay necesidad de mantener el costoso aparato y  la excesiva burocracia que hoy se sostiene entre grandes apuros; todo por querer gestionarse  con las pretensiones de un Estado; la realidad es que,  de forma directa o indirecta, los que  pagan y padecen esas autonomías son los españoles del pueblo llano;  sobre todos las clases medias, que soportan una   carga tributaria por encima de sus posibilidades.
    El dinero se nos va en inversiones improductivas, cuando podría destinarse bien administrado, si se redujeran los gastos autonómicos, a inversiones productivas con  las que mitigar, por ejemplo,  el paro.
     El hecho cierto es que  las autonomías podrían desarrollarse y progresar con un reducido costo, como sucedía en  la  Diputación de Álava cuando disfrutaba de una autonomía  foral reducida a su provincia, que resultó muy provechosa para los alaveses por su bajo coste.  No han de desaparecer las Diputaciones, sino más  bien  -basándose en su existencia y por vías democráticas- contando  con ellas para muy concretas tareas;  se podrían racionalizar y reducir muchos gastos.
     Sería bueno y útil  consultar si sus habitantes querrían, sin perder ninguno de los derechos ya alcanzados, que su autonomía funcionara dentro de su ámbito provincial con más competencias, y poder salir así de la situación actual, aparentemente inútil, en beneficio de las fagocitadas zonas rurales. Podría  ser la forma de corregir errores y de  mantener el deseo  de mejorar su provincia y de frenar los separatismos con otro formato.
     Estamos tocando una materia peligrosa, ya que lo que hoy priva,  es separarse de España con pretensiones de constituirse en naciones-estado independientes, con territorios de mayor formato que la provincia. La nación no es fácil que funcione  en una demarcación provincial. Necesita más espacio.
     ¿Que suerte correrían algunos espacios autonómicos si se pudiera dotar de autonomía a cada provincia?

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