miércoles, 2 de diciembre de 2015

EL CICLÓN QUE ARRASÓ A UN PUEBLO

     Durante el período de Gobierno del PSOE que precedió al actual, se desató en España un ciclón económico arrasador que se llevó por delante a miles de empresas. No es cosa de echar la culpa a nadie por tal desgracia, pero es indudable que el Sr. Rodríguez Zapatero, presidente del tal Gobierno, mal asesorado, negó reiteradamente la existencia del ciclón y, en consecuencia, no se molestó en poner remedios para paliar los efectos arrasadores del cataclismo.
      Al producirse el cambio de Gobierno, los recién llegados toparon con una realidad más dura de la esperada y,  conocida la dimensión del desastre, a fin de paliar sus efectos, donde habían prometido rosas tuvieron que colocar espinas; donde existieron edificios tuvieron que retirar escombros. Esta era la realidad de España. Desde la Europa unida, al Gobierno recién constituido, le dijeron: "si ustedes no lo arreglan, tendremos que hacerlo nosotros".
      De cualquier forma, se trataba de reconstruir un pueblo con medios escasos   y sacando los dineros del sufrido ciudadano llevando la cirugía al órgano más sensible al dolor: a su cartera.  Con lo cual todos nos volvimos más pobres en medio de una nación a la deriva.
      Y ¿de quién era la culpa? Los que fueron expulsados del poder, que  no supieron gestionar cuando gobernaban, lo tenían claro: del nuevo Gobierno. Los recién llegados,  también: de la herencia recibida.
      Entonces se alzó la protesta en plena calle y se reprodujo la aparición  del síndrome de "nuevos canes con  los mismos collares" que dedujeron:  la culpa es de los, otros,  de la "casta". Tal fue la aclamación que de allí surgió una "nueva casta", llamada así por su rápida evolución para organizarse como partidos y poner en práctica las mismas habilidades de sus predecesores, aspirantes al  mal llamado control del poder.
     Dentro de poco, el día veinte de este mes, vamos a ver en España hasta donde han calado  la verdad y mentira del ciclón conocido por "la crisis".
     Luego se podrá deducir, también,  hasta donde llega la credulidad de los españoles. Es lo bueno de las elecciones. Lo demás, es la parte más delicada  por fea de toda democracia.
   

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