Al referirme a "la Constitución en solfa" sólo pretendo defenderla de aquellos que tratan de ponerla en ridículo declarandola fuera de época (algo así como fea, vieja y despeinada). Nuestro régimen, según la Constitución vigente, es el propio de un Estado social democrático de Derecho y los valores superiores que propugna son la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. (Artículo 1º. del texto constitucional). Un panorama prometedor por alcanzar.
Sobre esas bases, la Constitución se presta a un mejor desarrollo y tal vez a ciertos retoques; pero no es lo que se busca. Lo que quieren algunos políticos es un meneo a fondo de la ley de leyes siguiendo modelos que no han pasado la prueba del nueve.
Seamos claros: Unos pretenden el medro de un populismo totalitario al socaire de una idea tentadora: reforzar el nacionalismo de España frente a la UE, para no depender de un liberalismo conducido -según ellos- desde las oligarquías financieras. Otros desean que prospere el soberanismo de Cataluña, del PaísVasco, tal vez de Galicia, frente a la Nación española, que -según su criterio- les perjudica y les obliga a sacrificarse por el resto de las regiones hispanas, en perjuicio de los pueblos originarios catalanes, vascos y gallegos, dignos de constituirse como naciones..
En este trance, el pluripartidismo que ya existía saldrá fortalecido después de las elecciones del 2O-D, en perjuicio de una inmensa mayoría de españoles que desean mejoras, cierto, pero sin convulsiones políticas.
A este planteamiento se llegó porque tanto el PP como el PSOE no supieron reaccionar a tiempo contra los brotes descarados de corrupción que se detectaron en sus filas, de forma que al pueblo llano nadie le saca de la convicción de que todos estaban pringados. Además, pecando ambos partidos de negligencia en la tarea básica de limpieza, desde dentro, de sus respectivos patios de Monipodio (la mierda propia se lava en casa), confiaron toda la tarea a los tribunales de justicia a sabiendas de que las sentencias tardan años en dictarse y los medios de difusión -durante ese tiempo- tendrían tarea y morbo con los que instruir -y adoctrinar- al personal expectante. De aquellos polvos, estos lodos, todo por falta de pulso y un mal entendido compañerismo dentro de cada uno de estos partidos.
Si ni el PSOE ni el PP supieron ir unidos para algo tan sencillo como defenderse del chaparrón de basura creado en sus filas, mucho menos iban a formar piña para proteger a la Constitución frente a unos reformistas de poco fuste. Si hubieran llegado a jugar esa baza (que no impedía ciertas reformas) estarían patrocinando el consenso que une frente al disenso que separa. En este sentido el PSOE ha perdido el norte. Y en política los errores se pagan.
Ahí están dos perdedores: el PP y el PSOE, debido a sus voluntarios fracasos. Y dos, triunfadores, cada uno convirtiendo el desprestigio ajeno en mérito propio.
La solución -mala por fuerza, ya se verá- el día veinte de este mes y año.
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