EMPLEO PRECARIO Y TEMPORAL. El deseo de todo ser normalmente constituido es tener un trabajo cómodo, seguro y bien pagado. Y tanto los afectados, como los sindicatos y los políticos se quejan de que el trabajo que se ofrece en nuestros días, en países como España, está mal pagado, es precario e inseguro y temporal casi siempre.
Bajo condiciones restrictivas para los empleados, en España se está consiguiendo que algunos empresarios se animen a invertir con la subsiguiente creación de empleo. La iniciativa privada tiene ese inconveniente: pone sus reservas a montar empresas para hacer negocio y esto sólo sucede cuando el régimen político dominante es favorable para el inversor, En caso contrario, nadie pone un duro a correr riesgos inútiles; ni siquiera los de izquierdas, que suelen ser muy generosos con los dineros del contribuyente, pero nuca con el propio.
Los políticos socialistas, dotados todos ellos de un gran corazón, anotan que algunas empresas -en su mayor parte multinacionales - tienen beneficios abusivos, pagan muy bien a sus principales gestores, medianamente a los titulados medios y mal a los trabajadores del montón. Pero a este tipo de empresarios esto les parece normal y mientras no haya oposición política mantienen sus negocios; en cuanto no logran orillar a políticos incómodos, los olvidan y si ven que no pueden con ellos se van con la música y sus dineros a otra parte
donde les den un trato beneficioso. Hasta el momento nadie ha podido acabar con los paraísos fiscales. Son zonas transitorias donde esos inversores guardan sus caudales para invertirlos allí donde mas convenga.
Para cambiar las cosas, ante la huida del capital, los socialistas decidieron que invirtiera el Estado. Fue la ruina de todos, menos de los capitostes que vivieron (y viven) en la gloria en naciones con regímenes totalitarios o con un dictador en el puesto de mando.
Hasta el momento está demostrado que alcanzar el Estado del bienestar con regímenes democráticos, sólo es accesible a unos pocos países, donde la igualdad no viene impuesta por los Gobiernos, sino lograda por cada ciudadano a base de esfuerzo personal y espíritu solidario; es decir, en sociedades formadas por ciudadanos cultos, responsables y limpios de cuerpo y alma.
Eso en la España de nuestros días (como sucede en la mayoría de los países con excesivo número de políticos y por ende de "chorizos") no lo logra ni un encantador de serpientes.
¡Así es la vida!
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