LA LIBERTAD
Y LA ENSEÑANZA. Esto que hemos dado en llamar libertad de la enseñanza, sin
pensar siquiera en la existencia de adoctrinamientos, nos desvía de la exigencia de un aprendizaje
adecuado a las aptitudes de los escolares; no pasa de ser una formulación teórica rica en posibilidades
imaginativas pero que, en la práctica, termina por no existir.
Por más
que la teoría contemple el propósito de dotar a los discípulos de unos
conocimientos básicos que hagan de ellos personas independientes y libres, la
rutina escolar se impone y, en realidad, según sea la personalidad del maestro y su
conexión con cada discípulo, así serán los resultados. Y sin embargo, si hay
una carrera en la que se ha de tener en cuenta la vocación, es en la del
magisterio y en, España, las exigencias de hecho no caen en apreciar ni en primar
esa virtud. La mayoría de los profesionales
son funcionarios y pocos, proporcionalmente, son los elegidos por sus aptitudes
vocacionales.
Pero
además la escuela es un semillero -seminario, dicen con acierto los del culto y
clero- y por tanto un espacio susceptible de ser más o menos politizado o
sacralizado o las dos cosas, y esta realidad puede condicionar
el futuro de los discípulos niños
según convenga a la forma de sentir o de pensar de quienes los enseñan y en ocasiones
adoctrinan.
Mientras
los padres de las criaturas conozcan la situación y la acepten, nada hay que objetar; pero cuando la mayoría
de los afectados ignora lo que sucede o cuando en su fuero interno piensan de
distinta forma que el educador, se está malbaratando e incumpliendo con la libertad de enseñanza proclamada en los textos constitucionales y en la Carta de los
Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Esto
sucede en España a+ una inmensa mayoría de padres insensibilizados ante la
importancia que la educación tiene en el futuro no sólo de sus descendientes, sino en la marcha y en
el progreso de cada país.
En las
naciones que se distinguen por tener muy buenos maestros (solo llegan a
estudiar el magisterio los que al cursar la segunda enseñanza se distinguen por
sus altas calificaciones) suelen caracterizarse por la presencia de una extensa
clase media culta, formada en la moderación, que les permite funcionar como ciudadanos sin trampa ni cartón -que decían los feriantes
antes de la guerra- honestamente y sin radicalismos insultantes.
En
España, donde todavía funcionamos con valores propios más bien del siglo XIX,
-véase a nuestros políticos y sus discursos para ganar votos, salvo contadas
excepciones- , la enseñanza no se distingue por las buenas notas de sus alumnos
cuando compiten con los de otras naciones; al contrario, ocupamos los últimos puestos
en las pruebas en que participamos.
Lo que
si asombra es que ante el fenómeno
ineludible de la globalización y de una competencia universalizada, no estén las autoridades por una
parte y los padres por otra, suficientemente interesados en la enseñanzas a distancia vía
internet y no hayan formado ligas, asociaciones y/o lobbys para adelantarse al
porvenir de sus hijos-hijas y prepararse a tal fin. Esto es algo que exige el
dominio, por lo menos, de dos idiomas entre los de más difusión, además del
propio. En esta materia los españoles estamos embebidos en cultivo de los
idiomas de la edad media, lo que sin duda está muy bien; pero flaco favor el
que hacemos a futuras generaciones si se ven aisladas, como ya sucede, del núcleo
vital donde se asienta la prosperidad.
No
crean que los políticos –doctrinarios por principio (salvo excepciones)y con
tendencias a captar votos a bases de subsidios- van a sacarles de la pobreza.
Piensen que son las poblaciones bien educadas y libres las que general promueven
todo cambio que merezca la pena. La
enseñanza es una inversión que se paga con los impuestos de todos y que todos
tienen reconocido el derecho a exigir;
pero siempre que puedan -sin dudarlo-
inviertan por su cuenta y ejerzan el mando en la enseñanza de los suyos. Las
vías internáuticas están abiertas para los
más audaces. ¡Explórenlas!
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