miércoles, 22 de julio de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA VI

LA LIBERTAD Y LA ENSEÑANZA. Esto que hemos dado en llamar libertad de la enseñanza, sin pensar siquiera en  la existencia de adoctrinamientos,  nos desvía de la exigencia de un aprendizaje adecuado a las aptitudes de los escolares; no pasa de ser  una formulación teórica rica en posibilidades imaginativas pero que, en la práctica, termina por no existir.
Por más que la teoría contemple el propósito de dotar a los discípulos de unos conocimientos básicos que hagan de ellos personas independientes y libres, la rutina escolar se impone y, en realidad,   según sea la personalidad del maestro y su conexión con cada discípulo, así serán los resultados. Y sin embargo, si hay una carrera en la que se ha de tener en cuenta la vocación, es en la del magisterio y en, España, las exigencias de hecho no caen en apreciar ni en primar  esa virtud. La mayoría de los profesionales son funcionarios y pocos, proporcionalmente, son los elegidos por sus aptitudes vocacionales.
Pero además la escuela es un semillero -seminario, dicen con acierto los del culto y clero- y por tanto un espacio susceptible de ser más o menos politizado o sacralizado o las dos cosas, y esta realidad puede  condicionar  el futuro  de los discípulos niños según convenga a la forma de sentir o de pensar de quienes los enseñan y en ocasiones adoctrinan.
Mientras los padres de las criaturas conozcan la situación y la acepten,  nada hay que objetar; pero cuando la mayoría de los afectados ignora lo que sucede o cuando en su fuero interno piensan de distinta forma que el educador, se está malbaratando e incumpliendo con la libertad  de enseñanza proclamada en los textos  constitucionales y en la Carta de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Esto sucede en España a+ una inmensa mayoría de padres insensibilizados ante la importancia que la educación tiene en el futuro no sólo  de sus descendientes, sino en la marcha y en el progreso  de cada país.
En las naciones que se distinguen por tener muy buenos maestros (solo llegan a estudiar el magisterio los que al cursar la segunda enseñanza se distinguen por sus altas calificaciones) suelen caracterizarse por la presencia de una extensa clase media culta, formada en la moderación, que les  permite funcionar como ciudadanos sin  trampa ni cartón -que decían los feriantes antes de la guerra- honestamente y sin radicalismos insultantes.
En España, donde todavía funcionamos con valores propios más bien del siglo XIX, -véase a nuestros políticos y sus discursos para ganar votos, salvo contadas excepciones- , la enseñanza no se distingue por las buenas notas de sus alumnos cuando compiten con los de otras naciones; al contrario, ocupamos los últimos puestos en las pruebas en que participamos.
Lo que si asombra  es que ante el fenómeno ineludible de la globalización y de una competencia  universalizada, no estén las autoridades por una parte y los padres por otra, suficientemente  interesados en la enseñanzas a distancia vía internet y no hayan formado ligas, asociaciones y/o lobbys para adelantarse al porvenir de sus hijos-hijas y prepararse a tal fin. Esto es algo que exige el dominio,  por lo menos, de dos  idiomas entre los de más difusión, además del propio. En esta materia los españoles estamos embebidos en cultivo de los idiomas de la edad media, lo que sin duda está muy bien; pero flaco favor el que hacemos a futuras generaciones si se ven aisladas, como ya sucede, del núcleo vital donde se asienta la prosperidad.

No crean que los políticos –doctrinarios por principio (salvo excepciones)y con tendencias a captar votos a bases de subsidios- van a sacarles de la pobreza. Piensen que son las poblaciones bien educadas y libres las que general promueven  todo cambio que merezca la pena. La enseñanza es una inversión que se paga con los impuestos de todos y que todos tienen reconocido el derecho a exigir;  pero siempre que  puedan -sin dudarlo- inviertan por su cuenta y ejerzan el mando en la enseñanza de los suyos. Las vías internáuticas están abiertas  para los más audaces. ¡Explórenlas!

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