jueves, 23 de julio de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA VII


A FALTA DE UN LÍDER. Las poblaciones de origen español residente en el País Vasco van asumiendo su “vasquidad” desde la escuela como algo natural. Van olvidando su origen y es del todo lógico, para ellos,   votar a los partidos “vasquistas”. Esto explica la lenta desaparición del voto favorable a los partidos de ámbito español y justificará, más o menos pronto,  como factor poderoso, la legitimidad de los vascos para   ser una nación  independiente.
 La cortedad imaginativa de los políticos españoles que nos trajeron la democracia, se ve ahora;  pero estaba anunciado su fracaso territorial, que nos arrinconará en la futura Europa. A la democracia hay que ayudarla en toda su extensión con muy variados apoyos y  -puede decirse sin miedo a equivocarse- que la mayor parte de los elegidos para representar políticamente a los españoles, han  estado durante cerca de cuarenta años tocándose la higa sin valorar la importancia que tiene la unión –podríamos incluir a Portugal-  de todos los pueblos de la Península Ibérica de cara al futuro.
 Seremos muy poca cosa   si no aparece  un líder que nos articule, nos guíe y dignifique por encima de partidismos políticos.
Sería lamentable no contar con este líder capaz de hacer ver que los vasco-españoles  constituyen  un gran cuerpo social integrado por personas que dieron y dan lo mejor de sí mismos en provecho de este  territorio autónomo, donde tienen bien ganado el derecho a estar en primera línea de lucha por una vida mejor para todos.
En el siglo XIX una parte de los socialistas portugueses y españoles defendieron el “iberismo” con el que trataban de que Portugal y España  formaran  una nación. Hoy en día, por estudios realizados sobre esta materia, se deduce que una buena parte de españoles y otra de portugueses votarían a favor de esa unión.
Cuando se ve a Pedro Sánchez anunciar una federación de pueblos, algunos llegan a pensar: ¿No será que Sánchez  quiere una Federación de  pueblos  ibéricos  y con tal pretexto coordinar la existencia –ellos que son republicanos- de la República Federada de Iberia?
Pero no soñemos. En la actualidad es un hecho comprobado que, desde los nacionalismos vascos,  aprecian poco o nada a los españoles no integrados, es decir no adaptados a los sentimientos y valores que ellos consideran genuinamente vascos; sobre todo si éstos españoles no votan a sus partidos. Esto se constata en las localidades de media o reducida población, dominadas por el nacionalismo extremo y radical. Esta situación repercute en el vivir diario de muchos españoles residentes en Vasconia. Como ejemplo, ahí está el abandono que padecen las familias españolas que aspiran a que sus hijos estudien en su lengua materna, pese a ser éste un reconocido Derecho Humano, tanto por España en su Constitución, como por las Naciones Unidas en su Carta. Esta realidad pone de manifiesto un cierto abandono a su suerte de estas familias, tanto por parte del poder central, como de los partidos políticos constitucionalistas.
Esto nos lleva a concluir que subyacen  en la sociedad vasca,  dos comunidades, a pesar  del interés de los dirigentes nacionalistas para que esta realidad no se manifieste.
Por eso conviene señalar, en la medida en que los nacionalistas se reafirman y asumen más poder, que a los vasco-españoles solo les quedan dos salidas para ejercer sus derechos: la de integrarse, o sea mimetizarse y convertirse al nacionalismo, o la de agruparse e ir unidos para cobrar fuerza y poder y hacerse valer como españoles.
Es un hecho incontrovertible que los dos partidos políticos constitucionalistas más poderosos están perdiendo seguidores en el País Vasco  cada día que pasa y va siendo hora de que alguien  diga,  que a nadie –ni a los partidos ni a quienes les votan- les conviene esta pérdida de influencia y de poder que podrían ejercer en beneficio de la ciudadanía.
En esencia, si los partidos de ámbito nacional se desvanecen,  el sector poblacional aludido corre el riesgo de ser considerado despectivamente como anti vasco y pasar a formar parte del censo de dudosos demócratas o  de quedar reducidos a ser vascos de segunda.
Tal vez, me equivoque, ojalá, pero así suele empezar la proscripción de los pueblos en naciones que se tienen por  cultas y civilizadas.

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