A FALTA DE UN LÍDER. Las poblaciones de origen español residente
en el País Vasco van asumiendo su “vasquidad” desde la escuela como algo
natural. Van olvidando su origen y es del todo lógico, para ellos, votar a los partidos “vasquistas”. Esto
explica la lenta desaparición del voto favorable a los partidos de ámbito
español y justificará, más o menos pronto,
como factor poderoso, la legitimidad de los vascos para ser una nación independiente.
La cortedad imaginativa de
los políticos españoles que nos trajeron la democracia, se ve ahora; pero estaba anunciado su fracaso territorial,
que nos arrinconará en la futura Europa. A la democracia hay que ayudarla en
toda su extensión con muy variados apoyos y
-puede decirse sin miedo a equivocarse- que la mayor parte de los elegidos para
representar políticamente a los españoles, han
estado durante cerca de cuarenta años tocándose la higa sin valorar la
importancia que tiene la unión –podríamos incluir a Portugal- de todos los pueblos de la Península Ibérica
de cara al futuro.
Seremos muy poca cosa si no aparece
un líder que nos articule, nos guíe y dignifique por encima de
partidismos políticos.
Sería lamentable no contar con este líder capaz de hacer ver que
los vasco-españoles constituyen un gran cuerpo social integrado por personas
que dieron y dan lo mejor de sí mismos en provecho de este territorio autónomo, donde tienen bien ganado
el derecho a estar en primera línea de lucha por una vida mejor para todos.
En el siglo XIX una parte de los socialistas portugueses y españoles
defendieron el “iberismo” con el que trataban de que Portugal y España formaran
una nación. Hoy en día, por estudios realizados sobre esta materia, se
deduce que una buena parte de españoles y otra de portugueses votarían a favor
de esa unión.
Cuando se ve a Pedro Sánchez anunciar una federación de pueblos, algunos
llegan a pensar: ¿No será que Sánchez quiere una Federación de pueblos
ibéricos y con tal pretexto coordinar
la existencia –ellos que son republicanos- de la República Federada de Iberia?
Pero no soñemos. En la actualidad es un hecho comprobado que, desde
los nacionalismos vascos, aprecian poco
o nada a los españoles no integrados, es decir no adaptados a los sentimientos
y valores que ellos consideran genuinamente vascos; sobre todo si éstos
españoles no votan a sus partidos. Esto se constata en las localidades de media
o reducida población, dominadas por el nacionalismo extremo y radical. Esta
situación repercute en el vivir diario de muchos españoles residentes en
Vasconia. Como ejemplo, ahí está el abandono que padecen las familias españolas
que aspiran a que sus hijos estudien en su lengua materna, pese a ser éste un
reconocido Derecho Humano, tanto por España en su Constitución, como por las
Naciones Unidas en su Carta. Esta realidad pone de manifiesto un cierto
abandono a su suerte de estas familias, tanto por parte del poder central, como
de los partidos políticos constitucionalistas.
Esto nos lleva a concluir que subyacen en la sociedad vasca, dos comunidades, a pesar del interés de los dirigentes nacionalistas
para que esta realidad no se manifieste.
Por eso conviene señalar, en la medida en que los nacionalistas se
reafirman y asumen más poder, que a los vasco-españoles solo les quedan dos salidas
para ejercer sus derechos: la de integrarse, o sea mimetizarse y convertirse al
nacionalismo, o la de agruparse e ir unidos para cobrar fuerza y poder y
hacerse valer como españoles.
Es un hecho incontrovertible que los dos partidos políticos
constitucionalistas más poderosos están perdiendo seguidores en el País
Vasco cada día que pasa y va siendo hora
de que alguien diga, que a nadie –ni a los partidos ni a quienes
les votan- les conviene esta pérdida de influencia y de poder que podrían
ejercer en beneficio de la ciudadanía.
En esencia, si los partidos de ámbito nacional se desvanecen, el sector poblacional aludido corre el riesgo
de ser considerado despectivamente como anti vasco y pasar a formar parte del
censo de dudosos demócratas o de quedar
reducidos a ser vascos de segunda.
Tal vez, me equivoque, ojalá, pero así suele empezar la
proscripción de los pueblos en naciones que se tienen por cultas y civilizadas.
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