Prevengo al lector, para que no se llame a engaño, que un servidor suele ser muy elemental en sus juicios por lo que pido disculpas; resulta que soy de pueblo y desde que eres niño aprendes a separar el grano de la paja. Presumo, en consecuencia, que para mantener la clientela de una empresa televisiva hacen falta un gran capital y mucho ingenio y un público con derecho a voto al que darle gusto. Los políticos ayudan.
Decía Lope de Vega: “Y escribo por el arte que inventaron/ los que el vulgar aplauso pretendieron, / porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto.”
No digo tanto; los tiempos han cambiado pero no me negarán que el coloquio entre periodistas y políticos tiene morbo y para dárselo hay que poner contra las cuerdas al más tonto de la clase. Esto, llena la canchas y éste es el mejor gancho del que colgar la publicidad. "Poderoso caballero es don dinero" (Quevedo).
"¿Qué haría usted puesto en el trance de hacer de punch-ball?". "¿Yo? Huir a la carrera". "¿Y si no pudiera escurrir el bulto?". "Pensaría tal que Umbral: Yo he venido aquí para hablar de mi libro". Y aprovecharía la ocasión -si fuera del PP- para hablar de lo bien que estamos saliendo de la crisis, para reconocerle al periodista su profesionalidad y para aconsejarle que pidiera a su empresa un aumento salarial".
No le volverán a molestar. Puede perder popularidad, pero no votos.
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