Deogracias,
que respecto al dinero tenía ideas propias, intervino:
- Oye Fortunato.
¿Por qué hablas en plural, tenemos una fortuna entre manos? ¿No será que la
fortuna la tengo yo, en singular?
- Bueno,
sí. Pero verás, yo te puedo asesorar en cuestiones publicitarias, que es mi
especialidad profesional.
- No digas
más. Estás contratado. Ya hablaremos de tu remuneración. Pero antes quiero
hacerte una pregunta: ¿Cuántas burras harían falta para mantener el negocio
bien atendido? Estoy informado de que la madre jumenta apenas da litro y medio de leche al día y como las
burras son más listas que las vacas, si les quitas el borriquillo, como se hace
con los terneros, lo notan y dejan de dar leche; se secan. Por eso, ¿cuántas
harían falta?
-
Deogracias: eso ¿qué importa? Piensa que estamos ante una fortuna. Estoy viendo
unos tarros de diseño con tapón de vidrio esmerilado y etiqueta en relieve con
trazos dorados. Dentro, una sal de baño en escamas con distinto color en cada
frasco de alto lujo: las de color rosa con el perfume de esa flor; las verdes, con olor a lavanda; las moradas,
difundiendo el de las violetas… y así
hasta completar una amplia gama de olores y colores. Y luego la leche de
burra esterilizada, concentrada, dispuesta en pomos de estilo rococó:
idealizados, maravillosos, sugerentes, con un texto en la etiqueta que dijera
más o menos: “Esencias egipcias”. Y
debajo: “El secreto de Cleopatra”.
- ¿No es
mucho correr? -apuntó Deogracias.
- No. Esto
es como los crecepelos: si los presentas artísticamente y aciertas con la
literatura, funciona. ¡Vaya que si funciona! Siempre se vendieron lociones
contra la calvicie. No sirven para nada, pero nunca falta quien las compra. El
arte está en dar con un buen envoltorio y una referencia creíble. ¡Estamos ante
una fortuna!
Aquel invierno murió Deogracias y Fortunato, la
verdad, no tenía poder de convicción para movilizar la cuantía financiera que
el proyecto demandaba.
Pero en
Salinas, nadie lo negará, hay una bañera de mármol rosa abandonada, donde
parece ser que Deogracias hizo las primeras experiencias para comprobar las
virtudes terapéuticas de la sal mágica de Añana. No pudo continuarlas –eso
también es cierto- con la leche de burra. Pero Salinas, nadie lo puede negar,
tiene en “el valle de la sal mágica” un porvenir que nadie imaginó como el buen
salinero Deogracias.
FIN
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