martes, 7 de julio de 2015

DEOGRACIAS Y EL AUGE SALINERO. 3 (Final)

         Deogracias, que respecto al dinero tenía ideas propias, intervino:
         - Oye Fortunato. ¿Por qué hablas en plural, tenemos una fortuna entre manos? ¿No será que la fortuna la tengo yo, en singular?
         - Bueno, sí. Pero verás, yo te puedo asesorar en cuestiones publicitarias, que es mi especialidad profesional.
         - No digas más. Estás contratado. Ya hablaremos de tu remuneración. Pero antes quiero hacerte una pregunta: ¿Cuántas burras harían falta para mantener el negocio bien atendido? Estoy informado de que la madre jumenta apenas da  litro y medio de leche al día y como las burras son más listas que las vacas, si les quitas el borriquillo, como se hace con los terneros, lo notan y dejan de dar leche; se secan. Por eso, ¿cuántas harían falta?
         - Deogracias: eso ¿qué importa? Piensa que estamos ante una fortuna. Estoy viendo unos tarros de diseño con tapón de vidrio esmerilado y etiqueta en relieve con trazos dorados. Dentro, una sal de baño en escamas con distinto color en cada frasco de alto lujo: las de color rosa con el perfume de esa flor; las  verdes, con olor a lavanda; las moradas, difundiendo el de las violetas… y así  hasta completar una amplia gama de olores y colores. Y luego la leche de burra esterilizada, concentrada, dispuesta en pomos de estilo rococó: idealizados, maravillosos, sugerentes, con un texto en la etiqueta que dijera más o menos: “Esencias  egipcias”. Y debajo: “El secreto de Cleopatra”.
         - ¿No es mucho correr? -apuntó Deogracias.
         - No. Esto es como los crecepelos: si los presentas artísticamente y aciertas con la literatura, funciona. ¡Vaya que si funciona! Siempre se vendieron lociones contra la calvicie. No sirven para nada, pero nunca falta quien las compra. El arte está en dar con un buen envoltorio y una referencia creíble. ¡Estamos ante una fortuna!
         Aquel  invierno murió Deogracias y Fortunato, la verdad, no tenía poder de convicción para movilizar la cuantía financiera que el proyecto demandaba.

         Pero en Salinas, nadie lo negará, hay una bañera de mármol rosa abandonada, donde parece ser que Deogracias hizo las primeras experiencias para comprobar las virtudes terapéuticas de la sal mágica de Añana. No pudo continuarlas –eso también es cierto- con la leche de burra. Pero Salinas, nadie lo puede negar, tiene en “el valle de la sal mágica” un porvenir que nadie imaginó como el buen salinero  Deogracias.

FIN

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