Para empezar, cuando un amplio sector popular de los que hacen calle, reacciona ante hechos que le parecen injustos con cierta indiferencia, no nos llamemos a engaño: está cociéndose una respuesta en contra de lo que sucede o de cómo sucede. Están anunciando su enfrentamiento contra una invasión de forasteros.
No estoy, al relatar estos hechos, justificándolos, ni mucho menos: simplemente los constato. No hay duda de que el movimiento migratorio está afectando a millones de personas perseguidas en su tierra originaria, ni la hay de que la respuesta oficial de algunos países tiene un signo positivo, en la creencia de que sus electores comprenden tan generosa conducta.
Pero el sector popular que bordea la pobreza, con un simplismo convincente, llega a conclusiones bien distintas: ¿Por qué a estos forasteros les otorgan derechos y les dan servicios que a mí me niegan? Y me los niegan pese a que yo y millones de compatriotas empobrecidos, fuimos durante décadas los que costeamos este y otros servicios que hoy se abren para todos a cambio de nada,
En la Unión Europea, llamada a colaborar en favor de los emigrantes, las respuestas positivas de algunos países están paralizadas. Cada día tienen más seguidores aquellos partidos políticos que han cerrado fronteras para ignorar estas asistencias en favor de los injustamente desplazados.
En España la reacción está larvada, pero el día que salten los descontentos, como siempre, caeremos en el otro extremo.
Curas hasta en la sopa o sopa de curas.
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