lunes, 19 de febrero de 2018

PRECARIEDAD SALARIAL.

     Dan risa las explicaciones de algunas (demasiadas) autoridades para justificar la que se ha dado en llamar precariedad salarial. Dan risa y pena. Como sucede en muchas ocasiones, esta precariedad, tan común y conocida en villas, pueblos y aldeas,  se traduce entre el vulgo con la frase "no hay más cera que la que arde".
     Esto sucede en España y en otros muchos países por la excesiva oferta de mano de obra sin cualificar, es decir por la abundancia de trabajadores de toda clase y condición pero sin oficio;  que se ponen al cabo de sus tareas en dos tardes o poco más. No se calculó ni se favoreció la demanda de tareas asequibles y se llenó la oferta de títulos universitarios sin salida y mal pagados.
      Si unimos  esta situación la llegada de  migrantes incontrolados que vienen con lo puesto, se podrán deducir que los resultados no salvan a la  mayoría ni con la estadística más o menos manipulada. Las apariencias, por mucho que se disimulen, no quitan que la realidad  conduzca a la pobreza y afecte -ya  sucede- a que el bienestar social se vaya deteriorando inevitablemente, para todos. Los cuatro sectores clave de todo progreso hacia el bienestar,  el de la alimentación, la enseñanza, la sanidad y las pensiones, se están deteriorando por días.
    ¿Dónde está el remedio?
    En contar con buenos políticos, curados de un  vicio endémico (chupar  de la goma) y bien dispuestos al debate sobre puntos y temas sostenibles y rentables sin  perder el tiempo en discusiones sobre ilustres baladronadas como tienen por costumbre.
        Como optimista bien informado,  no lo veré.
   
   

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