En la
actualidad el futuro autonómico de España está pasando por
momentos críticos. Los movimientos
secesionistas en Cataluña han llegado a una fase decisiva. Para oponerse
a sus afanes independentistas, se proponen algunas reformas constitucionales en busca de un nuevo equilibrio de poderes que evite la ruptura de Cataluña con el resto de España y de otras Comunidades Autónomas, entre las que
destaca el País Vasco.
Esta
realidad justifica que, desde algunos sectores políticos, se estudie un nuevo posicionamiento, nueva respuesta, teniendo
en cuenta las experiencias vividas desde que se aprobaron la Constitución y poco
después los Estatutos de Autonomía de
toda España.
Me tocó vivir muy de cerca la salida a la palestra del
centro derecha en Alava, que a última
hora, en 1977, logró formar
una candidatura, sin tiempo para preparar un
programa. Lo único que pudieron anunciar fue su condición de alaveses,
foralistas e independientes.
Pudo haberse estudiado la versión foral autonómica
alavesa, pero la presión nacionalista tenía tal fuerza y el apoyo que les
prestaba el PSOE tal intensidad que, sirvieron
de poco las sugerencias forales que se hacían desde la UCD de Alava.
Si algo estaba claro, en estas
fechas, era el propósito de los
nacionalistas de poner todos sus argumentos sobre la mesa y hacer jugar todas
sus influencias para dejar constituidas las bases de una futura independencia de
Euskadi como nación, con el viejo reino de Navarra
incluido en el envite.
Hecha esta breve digresión, ha de reconocerse que los tiempos han cambiado. La balkanización de España está en marcha. Y nadie se atreve a trazar un plan político, aplicable en todo el País; plan que no puede desarrollarse sin entender
los deseos de otras regiones que han ganado en la actualidad sus derechos, pese a conformarse en su día con proyectos autonómicos sin afanes
independentistas.
Lo difícil de este proyecto está en la supuesta igualdad de todos los territorios de España, lo cual no deja de ser una falacia. No es lo mismo nacer y vivir en Murcia que en Teruel, ni en Vizcaya capital, que en un territorio rural de Álava.
No nos vale la igualdad, que no existe. Hay que pensar en la equidad: tratar a cada territorio y a sus gentes, al ceder autonomías, según sus necesidades y sus méritos.
No nos vale el café para todos, ni el abuso de los mejor dotados.
¡En aumento de la justicia...!
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