Examinemos la realidad política de España: los cambios experimentados por los votantes de los partidos políticos, desde que se implantó la democracia al modo celtibérico, han sido notables.
Podríamos detenernos a examinar en cada partido las características de esos cambios. No hay espacio. Parémonos a contemplar el cambio español con su derecha e izquierda moderadas incluidas.
Veníamos de una Patria, España, un Estado nacional sindicalista, un Caudillo, Franco; y ¿quién lo diría? El viraje estuvo dirigido por un heredo-caudillo, con minúscula, haciendo digeribles los restos de la que llamaban democracia orgánica con los retoños de la inorgánica. El traje a la medida y con corbata, dialogando con la holgada pana y camisa de camionero. ¿Para qué?
¿Qué influencia tuvieron en ese cambio las potencias democráticas alistadas en la OTAN? ¿No están España y Portugal ocupando un lugar estratégico en la geopolítica mundial? ¿No había dado su aviso el comunismo portugués? ¿Qué sería de la Europa unida si la celtiberia cambiara de rumbo?
Esto no lo han entendido las izquierdas españolas ni tampoco sus derechas, porque muy distinto habría sido nuestro presente si hubieran jugado bien sus bazas. Hemos de reconocer, no obstante, que los socialistas dieron dos pasos: causar baja en el marxismo y decidirse a que España ingresara en la OTAN.
¿Y ahora qué?
Examinemos la realidad: España está en disposición de partirse. Problema de Estado. Y el centro derecha español, sus políticos, labrando a conciencia su descrédito.
No se olviden: España está en Europa. Lo menos que puede hacerse es reconocer la realidad y obrar en consecuencia. Seamos dignos y decentes.
Pero ¿acaso no los están echando a esos políticos sin que ellos se den cuenta? ¿No estamos viviendo una segunda transición?
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