Los nacionalismos funcionan más y mejor como doctrinarios y peor como partidos políticos. Quiero dar a entender que los movimientos sentimentales tienen más sustancia que cualquier teoría política. No en
vano influye en los nacionalistas un valor sentimental de hondo arraigo. Esto no impide, sino que incita -atendiendo a su idiosincrasia y al sentir euskaro- a que los políticos presten, a lo
largo del tiempo, la máxima atención a tres factores influyentes en los comportamientos de
la sociedad vasca: el autonómico, el étnico cultural y el social, en cuanto se refiere al bienestar de los nativos.
Un
pequeño intento investigador nos permitiría anotar cómo las agrupaciones, las sociedades y entidades
varias, las familias y las personas que se sienten nacionalistas, han venido y siguen trabajando intensamente en tres apartados, referidos al
País Vasco y a sus moradores; todo ello orientado a una exaltación de su nacionalismo patrio.
Sabemos
que muchos de estos fieles estudiosos de lo vasco, tuvieron eco e influyeron (e influyen) en la
evolución del país euskérico. De otra parte, a contrario sensu, se
cuentan con los dedos de la mano los dedicados a estos menesteres con proyección hispánica dentro del distrito vasco, pese a que -la historia lo prueba- distinguidos y notables personajes con este origen intimaron desde la cumbres del poder, y no en puestos
sometidos a vasallaje, en la forja de la que surgió la España actual.
Además, raro es el partido político del ámbito español, que se haya dedicado corporativamente al examen
crítico y global de este territorio y de sus avatares durante siglos. Esta
indiferencia (o desidia) explica en parte la evolución negativa de
estos partidos. Mal asunto, para los
políticos necesitados de votos, mantenerse indiferentes ante el tirón de lo vasco. Malo que no sean capaces de ver, -y hacerse ver- con un ideario original, aunque con otra proyección más ambiciosa, como los más capaces para alcanzar, de verdad, una sociedad más justa, más equitativa, más rica.
Ante un planteamiento
autonómico, conducente a fomentar la prosperidad de la sociedad vasca, hay que obrar con arreglo a criterios racionales y no dejándose
llevar por intuiciones inspiradas en
sentimientos patrióticos. Todo el funcionamiento foral a cargo de las
Diputaciones, que se desarrolló gracias al Concierto Económico (siglo XIX), se fundaba en una administración
austera y muy racionalizada. Por ahí habría que empezar.
El resultado iría en beneficio del contribuyente, que contaría con más medios económicos al reducir el gasto sin dejar de bien atender los servicios. La racionalidad obliga y por tanto no se trata de deshacer o desmontar nada: al revés. Se trata de alcanzar la misma o superior eficacia a menor costo.
El resultado iría en beneficio del contribuyente, que contaría con más medios económicos al reducir el gasto sin dejar de bien atender los servicios. La racionalidad obliga y por tanto no se trata de deshacer o desmontar nada: al revés. Se trata de alcanzar la misma o superior eficacia a menor costo.
Esta es
la línea de conducta a estudiar: la cesión de competencias a los territorios
forales por parte del Gobierno Vasco; algo que ya se defendió, sin
éxito, por falta de visión y por la negada voluntad política de parte de quienes ejercían
el poder en circunstancias ya pasadas.
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