miércoles, 22 de noviembre de 2017

UN RACISMO ENCUBIERTO

     Leo que los españoles  sufren una crisis de "identidad cultural como pueblo". Es decir que no se identifican como tales. Es cierto.  Porque al fin y al cabo los pueblos se distinguen globalmente  por su cultura en la que incluyen, a partir de su idioma, un conjunto de valores,  herencia de sus antepasados. Para los fueristas del siglo XIX,  eran sus buenos usos y costumbres.
    ¿Cómo se hizo España? La España actual tiene algo que ver con la forja de un pueblo cristiano que rezaba en latín y luchaba en "román paladino" contra la morería en tres idiomas: el gallego, el castellano y el catalán a los que añadir otra lengua, el vascuence, que se mantuvo viva sin  perder sus esencias.
     Esto ¿por qué?  Por ser la franja norte de España un país montañoso que dificultaba la comunicación entre sus moradores. Dato éste que explica la diversidad de reinos y las diferencias  culturales que perdurarán  al paso de los siglos. De ahí derivan distintas identidades, entre las cuales se mezclan  dos pueblos que se mantuvieron fieles a sus creencias y hábitos: el judío y el árabe. La identidad española  no existía, pero sí la cristiana pura y cristalina, sin  vestigios de impureza judía o árabe.
     Pasado el tiempo, los intentos unitarios de esta mezcla racial han fracasado en gran parte. Y aquí estamos, cada uno con su identidad a cuestas, sin ponernos de acuerdo. Esto induce a que muchos españoles de nación  - secesionistas vascos,  catalanes y gallegos por medio-  se dediquen a gastar tiempo y fortunas en mantener luchas medievales sin salir de casa, cuando los  problemas que tenemos encima  son de ámbito global, que tienden -por ejemplo- a llenar Europa de  emigrantes con su propia identidad, para nosotros exótica, sin saber donde y cómo pueden ser útiles a una convivencia humanizada.
      En resumen  la identidad española, de capa caída, ve crecer una sociedad  identificada por valores medievales propios de sociedades que vivían en ámbitos reducidos. Lo cual no es malo si la idea se asume con  espíritu estimulante y deportivo; pero si lo que pretenden sus mandatarios es, desde el poder, implantar los resabios del racismo  ¡estamos hundidos!
      ¿Racismo? ¡Jamás!, dirán muchos. En España no hay racismo. Lo hay, Aparece encubierto con el manto de la democracia,  pero es racismo. Así empezó Hitler y así acabó su intento.
      Sin embargo es cierto: La identidad española está desdibujada porque nunca hubo raza española.
   

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