Todos los partidos políticos con vida activa y legal que funcionan en España, están sometidos a un principio ineludible: "Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos". (Artículo 6º. Constitucional).
Por otra parte, todo ciudadano nacionalizado español, al tomar posesión de un cargo político oficial, se somete a un principio de lealtad y respeto a las Constitución y a las leyes españolas en general. Si no cumplieran estas obligaciones los aludidos, estarían traicionando al Estado y a todos, los españoles que obran de buena fe. Incumplir este principio básico está condenado en toda democracia. De ahí viene la, obligación de todo gobernante de cumplir y hacer cumplir las leyes.
En la Cataluña secesionista, estas pequeñeces carecen de importancia. Sencillamente son un estorbo y -sin perder un gesto de gallardía democrática- se acatan pero no se cumplen. No pasa nada.
Teoría secesionista: todo es posible sin violencia. Un pequeño grupo, desde una institución del Reino de España, se planta en una sesión oficial y solemnemente "declara" la República de Cataluña. Por sí y ante sí, lo hacen impelidos por el más noble empeño democrático y generosas ansias de justicia.
¿Y la cartera? ¿Quién se quedará con la cartera?
Cuando se meta usted en los cercados de la política piense que a lo largo del tiempo y a lo ancho de los mares, siempre hay pieles de cordero en el vestuario para cerrar angelicalmente un buen negocio. El poder corrompe... París bien vale una misa.
Pero claro, hay que saber meter la mano
¿Por que huyen los expertos, cada uno con su negocio a cuestas, cuando se anuncian cambios democráticos de la noche a la mañana? Vale más pagar un transporte para pasar el Ebro a tiempo con tus pertenencias, que recurrir a una barcaza para salvar, a última hora, el cuero con lo puesto. ¡Y a que precio!
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