miércoles, 20 de enero de 2016

UNA DEMOCRACIA INMADURA

     Entre españoles está extendido el hecho de que las encuestas nunca aciertan en sus pronósticos y, sin embargo, desde las predicaderas  partidistas se manejan como si fueran, de verdad,  gloria bendita.
     En este mismo orden de cosas, los que se dicen politólogos sacan sus conclusiones que, bien miradas, asustan. No importa. Que un partido  además  de perder las elecciones haya contabilizado como un éxito los peores resultados electorales en treinta y ocho años, es para su líder una señal clara, que le da derecho a gobernar valiéndose de elaborados subterfugios. Claro está:  el ganador auténtico de las elecciones tampoco puede tirar cohetes, sin duda porque en sus  filas  hizo  mucho daño el no haberse apartado a tiempo y feriado a bajo precio el  desecho de tienta y cerrado de su ganadería. En cristiano, por la caridad llega la peste.
     Tengo la íntima convicción de que cada pueblo sufre a los gobernantes que se merece  y de ahí deduzco que los países más cultos, se han ganado el derecho  a tener más y mejor donde elegir para gestionar la marcha de su país. Por eso gozan de un buen nivel de vida en beneficio de las mayorías.
      No dejo de reconocer que en España todos somos muy listos, aunque ninguna de nuestras Universidades figuren entre las ciento cincuenta mejores del Mundo ni los escolares españoles se clasifiquen entre los más preparados según los  informes de PISA. Somos listos pese a todo, y como verán se nota hasta en la calle. Listos  y progresistas porque una cosa no quita a la otra. Pero así nos va.
     Pronto se  deshará el nudo gordiano que impide aflojar las ataduras impuestas  -dicen que con mala intención- por el Gobierno anterior; si duda  por el placer de hacer daño a los más débiles.
     ¡Ya veremos! Las suspicacias, ahora que se prepara la mesa de juego de los nuevos aspirantes para formar Gobierno,  despiertan más temores que confianza. Mal asunto que antes de empezar se vean las trampas  que se hacen por  estos  que quieren "poder" (sin jota) en su propio solitario.
     ¡Mucho ha de cambiar el paisanaje si  queremos  que cambie el paisaje!

    

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