miércoles, 27 de enero de 2016

EL PODER CORROMPE Y NOS CUESTA UN OJO

     El extraño mundo de la política es apasionante  sobre todo en países donde, como en España, los llamados para ejercer este oficio pueden de la noche a la mañana pasar de ser un don nadie, a gozar de un poder que les libere de preocupaciones terrenales.
     En algunos pocos países  -creo que en Suiza- la mayoría de los políticos siguen ejerciendo la profesión de la que viven. Su dedicación a la política es un honor no remunerado con dinero. Por lo general, este menester lo prestan vocacionalmente. La sociedad suiza, por algo será, da para poder contar con personas dedicadas a la política sin pedir a cambio compensaciones materiales. Cuesta creerlo, no obstante.
     Leo que la, corrupción, la demagogia, el sectarismo (pariente del fanatismo) y la incompetencia son males que afectan en mayor o menor medida a los políticos  de una mayorìa de países.
     Las circunstancias por las que pasa España con cuatro partidos disputándose el poder, nos dan idea de cómo, además de la corrupción, están funcionando a todo gas la demagogia, el sectarismo y la incompetencia. ¡En qué manos estamos, Dios santo!
     No se sabe bien cómo, pero es cierto que los pueblos llegan a  estar dominados por  clanes de sospechosos llenos de ambiciones y mermados de valores éticos. Es decir corruptos, en el más amplio sentido de tal concepto.  Nadie sabe,  entre los mortales del pueblo llano,  hasta dónde están dispuestos a llegar los partidos políticos para combatir  los abusos de todo tipo de sus líderes y del enjambre que los rodea.
     Los partidos con historia y que gozaron de poder, todos llevan a costillas la carga de  sus particulares adictos a las cuatro  corrupciones apuntadas. Los que acaban de aparecer en escena, apuntan maneras;  ya tienen en sus filas, más o menos camuflados, a los secuaces que romperán  su pureza.
     ¿Y qué remedios hay para acabar con la plaga?
      Sólo hay uno: como a los malos pagadores exigir a los políticos una elevada fianza para tener acceso al cargo  y embargárla judicialmente tan pronto asomen los  indicios verosímiles de corrupción, demagogia, sectarismo o incompetencia.
      También debiera funcionar una escuela para que lleguen a la política los mejor preparados, ya que son muchos los que han convertido lo que en principio parece  una dedicación,  en  una forma de ganarse el sustento de cada día, en una profesión. Ya que estos políticos nos  cuestan un ojo (o huevo, según se mire) tenemos derecho a no soportar políticos que no hayan superado unos mínimos profesionales; políticos que además de costarnos eso, son más  inútiles que el maestro Ciruela del cuento.



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