jueves, 7 de enero de 2016

CRECER, SUBIR, DESARROLLAR...

     Vivo, a plena conciencia, la edad del decrecimiento. La naturaleza suele ser piadosa con los ancianos y pienso, -tal vez me equivoque- que la pérdida de memoria es algo connatural y conforme a la naturaleza del ser viviente, para que éste no sufra.
     Lo primero para el recién nacido es  crecer. La familia -necesaria para que la criatura crezca  equilibradamente- también lo hace. El crecimiento genera el clan y en dimensiones más amplias, el clan asociacionista crea la tribu, los pueblos, los países,  el imperio; y si entran en decadencia se produce el fenómeno contrario: la familia, el clan,, la tribu el gran país, el imperio, se arruinan, se desmoronan...y arrastran por  los suelos todo el esplendor de épocas anteriores Terminan siendo un vestigio, hasta perder la memoria de lo que fueron para no sufrir.
     A mi entender, lo que sucede en Cataluña es la fase final de un largo, lento e inevitable decrecimiento de la España imperial, a la que vascos, gallegos, catalanes, andaluces, extremeños y demás pueblos  de la Península ayudaron a crecer, subir, desarrollar; así  hasta que perdieron la memoria, señal de que había llegado su decadencia.
      El choque de trenes sólo  conduce a la ruina y a la muerte. Por eso, a mí que no he perdido la memoria, me sucede algo fácil de explicar pero difícil de aplicar: me sucede que veo la salvación  en una  Europa que se asocia para crecer, donde el país llamado España se instala con la misma idea. Si queremos pintar algo en esta Europa unida,  no  es dividiendo la Península en taifas, sino presentándonos formando piña.
      Europeizar España ya era una ilusión de la generación del 98.

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