Cuando en la Europa unida -más de lo que algunos piensan y menos de lo deseable- elogian desde círculos competentes la política seguida por España durante los últimos cuatro años, por algo será. España había superado serias dificultades, esta señal se consideró positiva y se tomó como anuncio de que el País podría salir a flote y reducir el paro y otros problemas a cifras asumibles.
Pero lo que en Europa eran plácemes y voces de ánimo, aquí en España se convertían en críticas formuladas con seguridad manifiesta, y se expandía desde los partidos de la oposición hasta las capas más insospechadas del pueblo.
En consecuencia, según el líder socialista Pedro Sánchez, todo, absolutamente todo lo pensado y puesto en práctica por el Gobierno presidido por Mariano Rajoy, hay que derogarlo; quiere una reforma "progresista" y -en consecuencia- no cruzará una palabra (salvo para el insulto personal), con el "regresista" retrógrado y malquerido presidente del Gobierno de España.
Mariano Rajoy triunfó en las elecciones generales del pasado diciembre con gran ventaja sobre el segundo clasificado Pedro Sánchez, del PSOE; éste, segundo clasificado en la lid electoral, contabilizó los peores resultados del PSOE en treinta ocho años de democracia. Lo que a muchos avergonzaría, a Pedro Sánchez le dio bríos.
Todas las izquierdas diversificadas pusieron sus calculadoras a echar chispas y el mensaje llegó en oleadas pero diáfano: era preciso echar al PP del poder. A Sánchez, con mentalidad de caudillo progresista, se le abrieron los poros del optimismo: pensó que la iniciativa era suya. Al fin se nombraría el mismo caudillo progresista, sin poner atención en la realidad de los hechos..
Los promotores de toda esta compleja operación -aunque las apariencias lo negaran- eran el líder Pablo Iglesias y el equipo de "Podemos", siguiendo las tácticas ya ensayadas tras las elecciones municipales de reciente celebración: formar alianzas presididas por serviciales figuras para echar al PP del poder y dominar el cotarro; y nada mejor que contar para ello con el Secretario del PSOE, Pedro Sánchez y su entorno.
Pedro Sánchez mantendrá con desfachatez su caudillaje, sin reflexionar sobre el flaco servicio que está prestando a su partido, al PSOE, y de rebote a millones de españoles. Ellos cargarán con los errores que serán inevitables según indican los críticos más avezados. (Vease el caso de Grecia). Pero quienes de verdad pagarán las consecuencias serán las clases medias españolas y las masas de trabajadores por cuenta ajena que, verdaderamente son las que sostienen el corrompido tinglado del que se valen los políticos para chingar a la plebe.(Vease el caso de Venezuela).
A esto nadie lo llama progreso, salvo cuatro espabilados que desean mejorar ellos mismos al calor de una política que promete tanto y resuelve tan poco.
Si los socialistas, los que saben de estas cosas, siguen guardando silencio, España (los españoles) lo pasarán mal; pero el PSOE puede desaparecer. Ese es el progresismo que se ventilará con próximas alianzas. Toda la izquierda creerá haber ganado, pero solo una será la hegemónica.
Los españoles se acordarán de Rajoy cuando las multitudes se empiecen a descubrir y al fin se enteren por dónde va la cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario