jueves, 19 de febrero de 2015

LOS GRANDES REMEDIOS.

     Al fin, por muchas variantes que logremos aplicar en pro de la prosperidad de los pueblos, los remedios está contados: en el fondo los países, como lo seres humanos o las familias, correrán menos riesgos y vivirán mejor si sus gastos se ajustan y sirven para satisfacer las necesidades presupuestarias, sin sobrepasar a los  ingresos.
     Cuando tal cosa sucede, cuando los ejercicios se cierran con superávit después de haber satisfecho todas las cargas presupuestarias, la estabilidad del país permite que se fomente la economía productiva y puedan crearse puestos de trabajo.
     Un política que busque el equilibrio económico, puede poco a poco a remontar los años de crisis. Pero los partidos políticos saben  que prometer da votos y todos, en esa carrera por alcanzar el poder, son  capaces de sembrar promesas a sabiendas de que la tierra no da para tanto como se le pide. La tierra y las personas,  porque  los que pagan la cuenta siempre son  seres humanos. Los políticos tienen por norma difundir lo que van a dar, pero  nunca informan sobre cuanto   costará a  cada uno de los contribuyentes esas promesas. Todos  estaremos   afectados, salvo aquellos que defraudan al fisco.
    Dicho todo lo cual, hay que dejar testimonio de la cobardía de la clase política, cuando a sabiendas de que aprueban gastos inútiles  que no tienen  su razón de ser, olvidan o no se enteran de que  esa liviandad de proceder va en perjuicio de las personas más necesitadas. Insisto: Hay injusticias notables cuyo remedio está en manos de los gobernantes, pero no se atreven con ellas, por miedo a herir susceptibilidades del gran capital o de grupos corporativamente fuertes. Un ejemplo: la perduración de los paraísos fiscales, un fuero injusto causa de que los pobres  sean más pobres.
    El dicho de que a grandes males han de aplicarse grandes remedios, no se cumple. De verdad, un año electoral como el que nos irá sorprendiendo, crea esperanzas de cambio. Pero  este cambio no lo traerán los políticos en general. No obstante, no perdamos la esperanza. Tal vez surja alguno que a título individual acierte a romper moldes en el sentido constructivo que tiene este concepto.  Sería para España un golpe de fortuna.

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