sábado, 16 de septiembre de 2017

UNA ESPAÑA INMOVILISTA

     Si  nos retrotraemos a los comienzos de la guerra civil del 36, nadie negará que el Gobierno central republicano tuvo que ceder a las presiones secesionistas de Cataluña y del País Vasco. Quedó claro que la democracia era el ideal  que los unía -según sus manifestaciones doctrinales- frente al fascismo que guiaba a los insurrectos. Pero la democracia puede ser separatista.
     Es decir que en la zona republicana funcionaron  todos unidos,  pero sin bajarse del burro:  los nacionalistas vascos y catalanes ejercieron el poder de hecho hasta donde pudieron;  sus respectivos ejércitos iban por libre. Y el que tenía las armas era el amo. El débil era el Gobierno central. Cataluña y Euzkadi (entonces con "z") tuvieron su independencia no consentida.
     Como era lógico el fenómeno tuvo imitadores en alguna otra  provincia o comarca norteña, donde nunca hubo nacionalismos, lo que no impedía que se sintieran afectados  bajo el lema de "nosotros no vamos  a ser menos".
     Algún día los historiadores de turno tendrán en cuenta esa realidad unida al derroche.  Los republicanos perdieron la guerra.
     Al llegar la democracia, cansados todos de una dictadura que ya no daba leche, se dió un clima favorable al cambio, entre otras razones porque la Europa unida  necesitaba que España y Portugal no cayeran en manos del comunismo hegemónico en muchas naciones de este Continente. ¿De donde vino el dinero para organizar en seis meses  los partidos democráticos que en la España, de entonces no tenían dónde caerse muertos?
     Vino de la democracia europea  y los partidos nacionalistas moderados -que no los radicales- aceptaron la reforma y evitaron la ruptura. La reforma era: autonomía sí,  independencia no. Pero, en el fondo jugaban con la baraja marcada.  Por ahí empieza la corrupción política de la democracia española.
      Conseguidos los Estatutos, el norte autonómico del  nacionalismo catalán y vasco era la independencia y, su ideal inmediato: lograr el mayor número de competencias  sin declararse independientes.   Cataluña y  Euskadi, digan lo que quieran, hoy son naciones emergentes.
      Por eso eran -y siguen siendo-  independentistas convencidos y en forma,  con el apoyo interesado -que es lo que revienta el tinglado- de partidos que se tienen por españoles a machamartillo,  aunque en el día a día demuestren lo contrario.
      Y pregunto: ¿Dónde están los inmovilistas? ¿En qué bando?
   
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario