Se sienten fuertes.
Me refiero a Cataluña pero -en aras de la verdad- podrían incluirse, en esta cita, a otros muchos casos parecidos de años anteriores. Y me refiero a la muchedumbre satisfecha hasta el entusiasmo por participar en masa -hasta un millón de personas- para celebrar su triunfo; celebrar con alegría y moderación la independencia de un pueblo que, por haber seguido una trayectoria durante años de sacrificios y tenacidad, puede por fin cantar victoria.
Otros se sienten débiles.
Aquí recuerdo a los desplazados, también en Cataluña. Se sienten débiles y solos, desatendidos, aislados. Las ayudas que se anuncian va dirigidas a refrenar a los triunfantes, no a consolar a los tristes, a los que necesitan compañía; alguien que comprenda su soledad.
El tiempo todo lo borra, pero el daño deja cicatrices.
El futuro no será ya como antes. En rigor, se ha consumado un hecho por la vía sentimental. Los catalanes son distintos, de otra pasta, con más empuje, superiores ... Su casa es suya, y tienen ganado el derecho a decidir sobre su futuro... (así lo sienten).
Donde hay sentimientos no caben razonamientos y si además el que razona se siente humillado por la pobreza que exporta, no hay forma de conciliar diferencias.
Cataluña y Vasconia no se sentirán españolas nunca, A no ser que los españoles lleguen con la maleta cargada de riqueza y no ofreciéndose como mano de obra.
Mientras esto no suceda, no hay nada qué hacer, porque a los que llegan y se aclimatan ya no les tiene cuenta distinguirse por su origen.
Es la pura realidad. Es la vida. Así se llenan las calles.
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