miércoles, 20 de septiembre de 2017

UNA ESPAÑA AL BORDE DEL DISLATE

     La Cataluña separatista, que no es de hoy, tiende a excederse en sus demandas sirviéndose de medios un tanto estrambóticos, es decir extraños y poco comunes. Pero hay precedentes.
     Los mencionados separatistas, saliéndose  del tiesto en abril de 1931, año de la II República, proclamaron el Estat Catalá, integrado en una imaginada  Federación Ibérica de Repúblicas. Fue la noticia rebelde,  de índole territorial,  dentro del  plan de horas felices que traía bajo el brazo la II República
     Tres día más tarde, un trío de notables republicanos, se reunieron con los líderes secesionistas catalanes de la misma cuerda y  pactaron, por las buenas,  la restauración de la Generalitat de Cataluña , que funcionaría con todas las de la ley dentro de un un régimen autonómico,  cuyo Estatuto sería aprobado dentro de la Constitución Republicana que empezaría a redactarse de inmediato.
     Esto aparte, hubo otra intentona en el, octubre revolucionario de 1934 y otra mas en la guerra de 1936.
    En  tiempos del Presidente Suárez,  la centrada derecha española,  muy influida por las circunstancias del momento, entendió que el problema secesionista podía superarse con ciertas y limitadas concesiones. Craso error.  Los nacionalismos independentistas resurgieron con fuerza y -algunos- apoyados en el "democrático" tiro en la nuca (argumento contundente), consiguieron que el separatismo tomase carta de naturaleza en toda España y se renovaran las ansias de independencia en Vasconia, Cataluña y Galicia . Eran el "quid" de la cuestión: ahí estaba el nudo gordiano, el  futuro del pueblo español.
     Uno  -como tantos en la España de hoy-se siente llamado por la política y no puede vencer la tentación de permanecer callado. Alguien debería ilustrar al PP y sugerirle que se equivoca. Ha cargado con exceso la solución del problema sobre el poder Judicial; no han sabido atraerse
al electorado, apoyo en toda democracia del poder ejecutivo. Pueden dar las gracias, desde este partido, a la cuadrilla de brigantes que anidaron en sus guaridas. La suciedad siempre deja huella.
    El PSOE quiso gobernar en minoría. Era la ocasión de darle un giro al navío. Pudieron apoyar al PSOE,, pese al Sr. Sánchez,  a cambio de una discreta  y bien amarrada  alianza patriótica.
      Pero... Ahí los tienen  ustedes: la impopularidad del pringue corruptor va a verse incrementada con  el tsunami multitudinario a la catalana, que no es manco.
      Menos mal que ellos tampoco pueden presumir de castos.
   

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