miércoles, 16 de marzo de 2016

UN VIAJE A CATALUÑA

     Considero -soy muy osado- que crece el número de  advertidos y convencidos de que el problema autonómico, a medida que se agrava, puede dar al traste con muchos proyectos que afectan al bienestar de los españoles; es decir, de los que hoy por hoy  tienen esta nacionalidad.
      En circunstancias difíciles, en plena transición, me tocó en suerte (sin mérito alguno por mi parte) defender el Concierto Económico de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, desde una posición moderada de derechas; y lo hice convencido de que este régimen concertado era una medida de positivos efectos para el bienestar de España (lo digo ahora, como  lo decía entonces en plena oleada terrorista) siempre que funcionara el principio de solidaridad entre los distintos territorios y entre todos los españoles.
     El principio de solidaridad quedó recogido en la Constitución española, pero nunca se pusieron  en juego los mecanismos que ofrecieran garantìas de que, en efecto, estaba legalizado pero vivo y,
por tanto, funcionaba con  seriedad sometido a  los poderes del Estado.(También las CC.AA. son Estado)
      En el día a día, la política autonómica se fue embarrando y lo  mismo servía para impartir una enseñanza  doctrinaria,  que para meterse en obras faraónicas o para corromperla en favor de un voto clientelar. Así funciona. Y naturalmente con ese ideario, la corrupción se generaliza y aquí nos tienes a media España, luchando  contra la otra media queriendo aparentar lo que no somos: demócratas.
      Viendo venir el  futuro y las reticencias puestas en juego por los más significados derechistas que ejercían el  poder central  al incumplir con su deber,  no es de extrañar que el nacionalismo, sobre todo en Cataluña y Vasconia, creciera en forma desorbitada.  Lo digo porque no es lo mismo -por ejemplo- legitimar que un Guardia Civil, en el País Vasco, haya de ganar un treinta por ciento menos que un Policìa Autónomo,  es un ejemplo de insolidaridad que da vergüenza a cualquiera que se sienta español. Les ahorro citar otros ejemplos: son  para llorar.
       Y mientras tanto, el jerife máximo del PSOE se nos  va a Cataluña a templar gaitas con los separatistas de este territorio que ya están poniendo en marcha su propia hacienda, y no pasa nada. ¿Por qué lo hacen?   ¿Por qué España les roba? Si es verdad -que puede serlo- es otro ejemplo de insolidaridad. Y si no es verdad -que puede no serlo- difundir la mentira también  es un acto  insolidario. ¿Por qué  no se hacen cuentas de una vez y con números en la mano se inicia un periodo solidario, equitativo y justo?
       Comprenderán que me considere en  público un fracasado de la política. Pero tengo razón: el principio de solidaridad no funciona. ¡Ya hablaremos!
   
   





   
     

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