sábado, 5 de marzo de 2016

ESPAÑA EN CRISIS

     España en crisis: ética, política, territorial y social. Resultado: dos sesiones de investidura inútiles: un sonado fracaso de los políticos contumaces, entregados al insulto y al desprecio  personal en perjuicio del análisis de sus propias carencias y del reconocimiento de su incapacidad para abordar y debatir serenamente sobre los  problemas que desazonan  a los españoles y  aportar ideas para  su solución por la vía de un necesario entendimiento.
      Si esto es democracia, la intolerancia es una virtud democrática.
      No es cosa de buscar responsables  ni de calentar los ánimos. Pero, si lo que se quieren nuestros políticos en nómina (que tan caros resultan) son soluciones pactadas, se ha de empezar por reconocer que no dan la talla. Carecen -salvo excepciones- del espíritu conciliador necesario para emprender cualquier reforma.
      En los rifirrafes, primero, y descalificaciones, después, sobrevenidos en el proceso de investidura del Sr. Sánchez, el desgaste y desprestigio de los líderes -a juicio de un elector equilibrado- es de tal calibre, que resulta difícilmente reparable.  A fuerza de confundir la dialéctica constructiva, con el ataque personal, han conseguido que las diferencias  sean tan grandes como insalvables.
      El sector político español -que comprende a los profesionales de la política y a los profesionales mediáticos que atizan el fuego- necesita remansarse, olvidar odios inquisitoriales y revanchas bélicas y construir desde el respeto mutuo. Y este respeto no consiste en darse besos en la boca entre conmilitones,  sino en poner en evidencia los problemas y prestarse apoyo mutuo entre adversarios para resolverlos.
      La última guerra civil (o incivil) española empezó en el Palacio de las Cortes. Se puede demostrar.





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