viernes, 4 de marzo de 2016

SEPARATISMO PARLAMENTARIO

      En la exhibición oratoria de componedores patrios,  todos dispuestos a restañar el País, participó un extranjero, no español y, además,  orgulloso de  no serlo porque era un catalán separatista. O, mejor dicho,  separatista catalán, que es lo mismo pero con matices: antes separatista que catalán.
     No le dí  mayor importancia, pero alguien susurró:  "Si no es español ¿qué pinta en el Parlamento de los españoles?". Pregunta lógica, porque en su forma descompuesta de discursear se advertía que,   actuaba por imperativo legal;   el destino le tenía reservado tiempo y espacio entre españoles  para decirnos muy cabreado: "en breve gozaré de la libertad catalana; adiós España"; es decir no se sentía libre, si bien nunca pudo demostrar que renegaba de su escaño, con derecho a púlpito  y a saneados honorarios,   para dar la murga a los españoles.
     Pero tampoco sabremos si,  además del imperativo legal, era parlamentario en España por puro masoquismo:  un placer enfermizo donde para mejor gozar de la patria prestada, ésta le ponía la cama. ¡Pobres españoles unitarios! ¿Acaso piensan que los separatistas catalanes, en su vieja  patria, consentirían algo parecido a un constitucionalista español partidario de la reintegración de Cataluña al Reino de España?
     Hoy me preguntaban: que diferencia hay entre un patriota y un separatista. Está claro, le dije al pesquisidor: el patriota siente, el separatista dogmatiza. El patriota practica el  amor  y no quiere la guerra; el separatista exalta a la ira y llega a morir y a matar, todo por la patria. Es el camino hacia la guerra.
     Así es la vida. La Unión Europea  surgió de un proceso iniciado tras la "II Guerra Mundial". La causa de tal guerra, fue la reiterada exaltación nacionalista de Francia por un lado y de Alemania por otro. Esto que ya pasó -se prometieron- no podemos consentirlo. El amor a la patria ha de tener sus límites. Y mucho más: era preciso borrar diferencias,  suprimir fronteras, compartir  leyes y mercados...
     En España se llama  progreso a lo que en países adelantados, modernos, en vanguardia,  consideran que es un retroceso. Por eso  el populismo triunfa  propagado una modernidad inexistente:  os venden  la burra vieja  como si fuera un Ferrari. Algo que también sucede con el separatismo. Las taifas ya peleaban en la España medieval.


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