jueves, 10 de marzo de 2016

EL INSULTO ENTRE POLÍTICOS

    Lo pintoresco del caso es, en la lucha política planteada por los líderes del PSOE y de C`s  contra el PP, que el ataque no va contra las tesis o el programa político que defiende este partido, sino contra las personas,  contra el  hombre, contra su Presidente, contra Mariano Rajoy. Ataque insultante con alevosía, sin riesgo para el que agrede de palabra.  
    Estamos ante un paradigmático argumento "ad hominem": como este señor no es mi tipo, que le den morcilla, por no mandarlo a un sitio peor. Al enemigo ni agua.
    La democracia está basada en dos pilares fundamentales:  el respeto máximo hacia la persona, cualquiera que sea su condición y  circunstancias  que la rodean, y el culto a la libertad  para, sin faltar a ese respeto, poder afirmar o combatir las ideas que los políticos ponen en juego.
    El día en que el Sr. Sánchez llamò "indecente" al Sr. Rajoy, estaba dando una coz a ese respeto personal y negando su pretendido  comportamiento democrático. Otro tanto le sucede a quien tropieza en las mismas diatribas para solo ver defectos personales en la conducta de cualquier otro político.
    Lo pintoresco es que no van contra la doctrina: van contra la persona, la descalifican,  niegan sus capacidades, se la desprecia, se la condena. Al temido opositor se le llenan la fauces con el autoelogio comparativo: no somos como ése que está solo, que nadie le quiere, que va contra el cambio, que se desvive por el poder, que no atiende el servicio a los demás, que es indecente... Nosotros, -éste, áquel, yo-  somos auténticos demócratas...  ¿El poder? No nos afecta... Es cierto: si lo aceptamos es como un sacrificio al servicio de los demás.     ¡Dios se lo pague, hermano! Pero... las huellas que van dejando no otorgan siquiera  verosimilitud a sus promesas.
    España, desde antes de la  guerra civil está pidiendo tres cambios en tres sectores interinfluídos:  el cultural educativo, el económico social y el territorial hoy autonómico. Y si algo ha cambiado nuestro país, ha sido, no gracias a sus políticos, sino pese a ellos. Ha sido el pueblo,  o los pueblos que integran España, los que han sudado y se las  han ingeniado para ir mejorando cada uno  en el plano individual y así cambiar el  país, eso sí, en perjuicio del paisaje.
    ¡Claro que han existido minorías con las cuales hemos sido poco y mal agradecidos! ¡Claro que hemos tenido algunos políticos excepcionales en general poco apreciados!  ¿Y el resto? ¡Para qué hablar!
    Sería una suerte y una bendición que esos políticos,  sensibles,  trabajaran  para ponerse de  acuerdo sin tanta verborrea, y para  organizarse y organizarnos en una actividad constructiva.




                                                                                                                                                                                                    

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