jueves, 7 de noviembre de 2019

UNA DEMOCRACIA FUNESTA.

     Es decir,  un acuerdo entre pares dispuestos a practicar el juego sucio para resolver diferencias y acordar soluciones con las que medrar los de la misma camada.
     No me animo a concretar las posiciones de apoyo de las que se valen una mayoría de políticos, capaces de falsear cualquier intento democrático, por lo general con promesas de mala moneda caracterizada  por su escaso valor; promesas que suelen ser insuficientes o nulas para la mayoría de votantes.
     Al estar sujetos a soluciones nefandas, los malos políticos que tanto prometieron recurren a toda suerte de explicaciones para justificar su pesca en río revuelto;  pero  el beneficio de unos pocos es cargante para unos muchos.
     Por ejemplo me atrevo a citar las escuálidas pensiones de una mayoría de jubilados. Los recursos en juego no llegan para dar de comer a muchos, no solucionan los problemas de las masas y, ante esta evidencia, los políticos -al no tener medios creibles- se callan.¡Y a esto le llaman democracia!
     Otro caso, la enseñanza. Toda prosperidad y progreso, propios  de las sociedades civilizadas,   no avanza eficazmente en una sociedad dominada por el oleaje de conocimientos sectarios, pero poco dedicados a los avances científicos.
    España necesita un profunda reforma para mejorar las condiciones vitales de nuestros jubilados más pobres. Pero nuestros demócratas no aciertan -o no quieren- luchar por el alivio a tantos  necesitados.
    España precisa una gran reforma de la enseñanza si queremos progresar como nación. Estamos consintiendo todo lo contrario. Nadie se afana en buscar el bienestar colectivo desde la escuela.
    ¿Ustedes han visto a nuestros jerifaltes preocupados en el estudio de soluciones para superar ambas carencias?
    Pues bien: presumen de demócratas y se auto-consideran progresistas pero no dan en la diana ni por casualidad. 
    ¡Que tropa!
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario