miércoles, 6 de noviembre de 2019

DEBATES ANACRÓNICOS

     Nada mejor que los días previos a una elección de cargos políticos parlamentarios para gozar con promesas  materiales que harían felices a millones de electores. Nada mejor si las multitudes electoras creyeran los cuentos esperanzadores que prodigan para ganarse una plaza por la que se alcanza un poder bien remunerado.
     La falta de fe entre los llamados a votar, conduce a  la abstención de buen número de votantes  y las elecciones terminan por  interesar solo a los que esperan chupar de la goma enchufada a las barricas oficiales de donde se surten los políticos de casta, cazadores con trampa.
     Y de  los demás, de los que superaron rigurosas pruebas por la vía de la oposición o garantías probadas, ¿qué me de dice?¿También chupan?
      No. Porque lo normal, cuando algo cuesta y se paga con méritos, esfuerzos, experiencias o dineros del protagonista, la respuesta se cuida y hasta se mima porque con el prestigio se garantiza  la ganancia.
      Si ustedes observan, advierten y examinan con la mejor intención la escuela y argucias de un alto  porcentaje de nuestros políticos, pueden adivinar el porvenir que nos espera.
      Me pueden preguntar: ¿Por qué no habla usted de su aprendizaje? Este es el caso. Tengo mucha historia que contar con pruebas. Lo hago. Pero cuesta tiempo, dinero y disgustos.
       Mi ante-último libro "El fuero, el huevo y las verdades del tintero", a punto de aparecer en público en muy corta edición, va a ser -eso espero- muy expresivo. No es un libro de historia. No soy historiador. Ni siquiera valgo como testigo presencial de muchos desvíos. Sencillamente hago de intérprete. Por eso dudo que mi último libro -más valioso y de dudosa edición-  intitulado "Los fueros, los huevos y las verdades de los porqueros" -que están de moda- me costarían la vida y dirían que he muerto por viejo.



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