A mí -aburrido comentarista de cuanto me rodea- me surge la idea que conduce a constatar hechos: Álava, donde resido, pequeño territorio de la antigua Vasconia peninsular con poco más de trecientos mil habitantes, está supeditada en modos y maneras a una emergente nación vasca, que ha seleccionado lo que podríamos llamar hábitos y costumbres autóctonos, con su idioma propio incluido, así como aquellos distintivos que nos separan de otras tribus.
Pero, claro está, cuando un pueblo -en el sentido étnico cultural- impone sus consignas raciales y domina los manantiales del buen pasar económico, y nos invita a sumarnos a las corrientes nativas porque ellos -buena gente- lo primero que desean es vivir en paz, tenemos que comprender que los buenos son ellos que nos dejan pasar hasta la cocina del hogar querido y suyo hasta las cachas.
Entonces, sin quererlo, advierto que poco a poco se van perfilando dos comunidades:una que manda y domina y otra que obedece y mal camina. Algo que ya pasaba en la Roma imperial o en la España visigótica.
Entonces ¿qué procede o qué camino seguir? Tengo hechas mis reflexiones. Esto ha motivado el libro -corta edición- que D.m. lo tendré en mis manos (El fuero, el huevo, y las verdades del tintero)
antes de que acabe este mes de noviembre.
He vivido una larga historia.¡Ya veremos!
antes de que acabe este mes de noviembre.
He vivido una larga historia.¡Ya veremos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario