jueves, 26 de noviembre de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA.

     UNA MALDITA GUERRA.- Todas las guerras lo son. Es un tema profundo y reconozco que no puede abordarse sin ahondar en sus causas  y menos en dos docenas de líneas. Si  saco a relucir el tema es  porque quiero entender el conflicto planteado a un buen número de naciones. Naciones donde la ciencia gana en relieve y pierde adeptos la religión, (a las que llaman civilizadas) que se ven constreñidas a encararse con pueblos donde sucede lo contrario: la ciencia contra el sentimiento; o el hedonismo intelectual  contra el justicialismo coránico.
     Desde Francia nos dicen -tras uno de los ataques terroristas  yihaditas  (la yihad aparece  en el Corán para algunos de sus intérpretes como "guerra santa"), que se ha desatado una guerra. Cabe hacer un pequeño análisis. Las guerras se hacen  para vencer a costa de hacer daño al enemigo. Cuanto más daño, mejor. Bajo ese lema, todos sufren: vencedores y vencidos. No resuelven el problema pero se silencia a los vencidos... hasta la próxima contienda.
    Bajo un punto de vista racional, las guerras han de eludirse. Pero, cabe hacerse una pregunta: ¿Las guerras pueden racionalizarse?
    En varios países de Europa la intransigencia yihadista ha encontrado  el terreno propicio para reclutar voluntarios. Son en gran parte árabes de tercera generación que se prestan a alistamiento en la yihad con cierta facilidad. Los políticos no pensaron en la emigración  que no se integra en el país receptor y que, además,  se reafirman en sus valores cultivando su fe religiosa.
    Países ricos, compuestos por una población  dada al hedonismo hasta desmontar la pirámide de Maslow, que necesitan trabajadores poco exigentes que se adapten a este genero de vida sin rechistar. Hasta que se cansan. Sobre todo cuando se cansan inspirados por Alá.
    No todos los árabes son iguales,  ciertamente. Por ahí habrá que empezar. Pero las guerras son guerras y arrastran a los buenos y a los malos. Serían  esos árabes buenos los llamados a gobernar a sus pueblos para que se aparten de la guerra a cambio de mejorar sus condiciones de vida.  Y sería entonces, cuando se reduciría  el volumen migratorio de sus gentes. Hay un inconveniente. Estos cambios duran siglos.
    Se ve que no estoy preparado para la guerra. Pero no  se preocupen por mí. Habrá guerra, porque la humanidad necesita espacios fértiles y éstos escasean. Por ahí empezaron los movimientos migratorios que dominaron nuevas tierras a pelea diaria. Estamos  ante una variedad combativa de nuevo cuño,  aunque de viejo origen. Estamos en lo de siempre ; eso sí con la guerra metida en casa gracias al ingenio humano que nos sirve imágenes en el desayuno diario.
 

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