Mantengo un encuentro, sesgado por una política navajera, dado al análisis de la realidad que vive España, Un interlocutor subraya; "no se puede judicializar la política", Y añade: "No se puede privar a los políticos de su tarea: dialogar y negociar entre ellos hasta entenderse".
Pregunto:"¿Y si no se entienden?". Me responden: Se encierra a los negocIadores en una sala incomunicada de la que no saldrán sin una solución pactada". Repito: "¿Y si no salen, y una de las partes quebranta la ley para resistir en sus posiciones?" "¿Qué se puede hacer?"
Me contestan: "Se puede recurrir a un Juez" . Al final eso es lo sucedido. Pero la intervención judicial ha creado multitudes descontentas que sostienen: "No hay razones que justifiquen el enjuiciamiento del caso".
Y así se inicia una campaña de respuesta que tiene historia, que se empeña en que la Justicia instituida no funcione, que sigue renegando de la autoridad competente, también del Poder Judicial y quieren, en suma, ser protagonistas de ese Poder en todas sus variantes.
¿Y que hace la Nación de naciones? Mantenerse al pairo. Poner proa frente a las olas con poca vela, solo para aguantar la marejada.
La pregunta nace sola:¿Qué hacen "los otros", sus contrarios? Poner la embarcación a toda vela, a favor del viento, sin rumbo fijo, aunque naufrague la nave.
Por supuesto: cuando las cuentas no salen se cargan a la madre Patria. Las pagamos todos.
¡Adivinen ustedes quién iba a celebrar la derrota que supone el hundimiento de la nave llamada España! ¿Y quién pagaría la restauración?
A buen seguro todos, en especial los más inocentes, que están callados porque no quieren enredar más el tinglado con su participación en la "fiesta".
Nadie quiere la violencia, pero mucho menos los que guardan silencio.
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