viernes, 2 de marzo de 2018

EL PIJAMA A RAYAS

     Esto que voy a decir corría por tertulias y mentideros por los años de la II República.
     Protagonistas: dos políticos de renombre, uno de izquierdas y otro de derechas. Escenario: el hemiciclo del Parlamento. Tiene la palabra el izquierdista y está  a punto de dar por terminada su intervención con  este desplante dirigido a su rival: "¿Qué se puede esperar de un Diputado que, como usted, se acuesta con un pijama a rayas?".
     El aludido no se da por enterado y su discurso versa sobre el tema político del caso sin inmutarse. "Ya termino -dijo al fin- y a propósito del pijama a rayas, le diré: ¡Qué indiscreta es su señora!"
     Se montó el número. De una bancada a otra volaban las injurias, los insultos, las vejaciones se cruzaban como flechas. La discusión siguió en la calle, en los mentideros, en la mesa camilla hogareña, en la prensa... todos en defensa de la libertad de expresión.
     Aprendí muy joven -era un mozalbete- a confundir  la vejación, el insulto y el desprecio personal con la libertad de expresión referida a las ideas, a los sentimientos,  a las interpretaciones  sin  envilecer a tus semejantes.
     Me cuentan que nadie ha de darse por ofendido si el insulto viene envasado con eso  que llaman humor y en nombre de la libertad de expresión.
     Para el ofendido solo  hay una defensa. Me contaba un amigo: -"Me marcho de Vitoria. Está llena de hps". - "¿Y a dónde vas?". - "A Alicante". -  "Digo yo, que también allí habrá hps". - "Sí: pero no los conozco".
     Eso: es mejor no conocerlos.


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