jueves, 1 de junio de 2017

DEMOCRACIA Y DEMAGOGIA

      Cuando me decido a iniciar una lectura o a soportar la audición de una tertulia televisada, suelo detenerme para resolver:  ¿Qué pretende el  autor del texto escrito o cada  contertulio  cuando se expresan con tanta pasión y entrega? ¿Quieren informarme o convencerme? ¿Esperan conducirme al huerto? ¿O tal vez aportan novedades precursoras de un cambio a mejor?
      Al fin, pienso, son políticos partidarios y como es lógico buscan cotas desde las que ejercer el poder. Y sobre todo, presumen de demócratas: es lo que está de moda.
      La democracia lleva implícita la tolerancia personal, las buenas maneras, el respeto mutuo;  lo cual no impide confrontar ideas, pero...
      Más que ideas hilvanan juicios de valor. La noticia que manejan con soltura, venga o no al caso, estos políticos que se tienen por demócratas modernos y progresistas, la convierten en  un análisis parcial donde lo que importa es desprestigiar al adversario. Por la vía comparativa, uno y los  suyos son los buenos y los demás los malos. El que mejor expresa sus cualidades, las bendice y maldice las del contrario, se siente demócrata; el adversario, es el "facha".
       Al poder  se llega antes por  la vía del desprestigio del  adversario, que por méritos propios.
De nada vale que la democracia, esencialmente,  induzca  al respeto de los demás para conseguir acuerdos y por esta vía  alcanzar el progreso...
      No suele suceder tal cosa. Los demócratas de pacotilla suelen ir por uvas con un lenguaje desgarrado y ofensivo; lenguaje que induce a su interlocutor a ponerse tapones en los oídos,  mientras mira para otro lado a fin de evitar un diálogo de sordos.
      Cuando uno presta atención al opinante y reflexiona, pronto distingue las diferencias  que se dan entre el  grano y la paja; entre la democracia y la demagogia.
       ¡Es lo que nos puede salvar del juego sucio!

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