jueves, 15 de junio de 2017

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

          De mis recuerdos de juventud hay uno muy llamativo: la política estaba  cargada de valores religiosos, en sentido positivo o negativo.  Solo unos  pocos personajes se situaban en una franja neutral. La sociedad estaba divida en creyentes, no  creyentes y   partidarios, unos pocos, de la indiferencia religiosa.
          La guerra civil española del 36, derivó en  un enfrentamiento sacro. El clero, muy castigado durante la II República, fue perseguido con saña en  un bando y -salvo excepciones- tratado muy dignamente en el otro.
          De aquella realidad, no queda ni huella. O la Iglesia ha cambiado mucho o los políticos han materializado sus creencias. En nuestros días, pintan oros.  Todo se ha de resolver en la palestra económica. Por esta razón el electorado, siguiendo las consignas de sus jerarcas, se dividen  en dos grupos: los que han puesto su fe en el sector público, y los que lo fían todo al sector privado.
          La diferencia está no tanto en la doctrina, que podría conciliarse, como en las jerarquías atrincheradas en sus cargos. Los llamados a dirigirnos por la intrincada selva de la política, defienden sus respectivas tesis con fervor, pero en el fondo de sus creencias está su yo económico, su poltrona.
          ¡Y así nos va!
          Lo público a rajatabla, tiene una tendencia: la de aumentar el número de los nominados, para vivir adheridos  a la vaca nutricia del Estado. Lo privado  a su manera, tiene otra: tratar de ser proveedores del Estado con derecho a mordida y carta de naturaleza en un paraíso fiscal.
         Tal vez a las gentes de hoy les vendría bien la lectura del Kempis.
         ¿Pero quién se acuerda del librito?
     
       
         

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