viernes, 7 de febrero de 2014

¿SOMOS IGUALES?

Me ha tocado en suerte vivir unos tiempos en los que se usa y abusa de la libertad de expresión espontánea, incontenida y vomitada a gritos. Ante el más mínimo pretexto siempre hay voluntarios, micrófono en mano, dispuestos a solucionar los más complejos problemas con fórmulas mágicas que parten de un imposible. Por ejemplo cuando se defiende la aplicación del principio de igualdad, como si éste fuera una pomada. Una religión, o si sequiere una filosofía, sostiene que todos somos iguales ante Dios. Solo tiene un inconveniente:que muchos niegan la existencia de Dios. Una corriente política, la generada por la Ilustración, formuló el priciopio de que todos somos iguales ante la ley. Pero las leyes las hacen los seres humanos y no pueden evitar que al dictarlas, o al aplicarlas, unos resulten más perjudicados que otros; por una sencilla razón: somos parecidos, pero nunca iguales. A un joven y a un anciano, se les puede condenar a la misma pena de cárcel, pero el sufrimiento por tal condena nunca será igual para personas con distinta capacidad de resistencia. Hubo quien descubrió la igualdad de oportunidades. Otra mentira. Una persona inteligente y con talento puede estudiar la misma carrera que otra no dotada con esas cualidades. No por eso triunfará el segundo y nunca se alcanzará la igualdad pretendida. Ahora, ya viejo, no puedo aspirar al goce de la vida con el entusiasmo, el vigor y sensibilidad que tenía a mis veinte años. No me hablen de igualdad. Es imposible. Tal vez estemos confundiéndola con la dignidad en el trato que se merece todo ser humano.

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