sábado, 22 de febrero de 2014

DA QUÉ PENSAR

Da qué pensar esta larga, pesada e insólita situación que está cebándose en las gentes más desvalidas de algunos paìses, de manera muy grave en España. Los efectos de esta plaga se prolongan en el tiempo sin que existan previsiones fiables que indiquen su fin; además, los cambios que se vienen generando no se conocen en toda su dimensión, pero da al olfato que van a ser profundos e irreversibles. Para empezar pueden consolidarse las injustas desigualdades sociales, acentuadas desde unos años atrás hasta las fechas que corren. Poco a poco ha disminuido el número de los adscritos a las clases medias y han aumentado los integrantes más pobres de las clases proletarias. ¿Y qué se puede hacer desde los gobiernos? Da la impresión de que muy poco, por no decir nada, en tanto no den un toque creíble de seriedad responsable. Los electores no tienen puesta su fe en los gobiernos al uso, ni se créen las promesas de quienes esperan alcanzar el poder; saben que, si lo logran, encontrarán disculpas para justificar sus icumplimientos. Esta es una de las causas que frena y hasta paraliza la actividad económica. Los sufridos españoles se vuelven hacia sus gobernantes esperando alguna solución. La realidad les demuestra que el panorama que les rodea no puede ser más desolador. Desde los gobiernos, siguen recortando partidas que afectan al bienestar de los más necesitados y, por mucho que digan lo contrario, aumentan los impuestos contribuyendo a fomentar aquello que se quiere evitar: la ralentización de la actividad económica y la reducida evolución del empleo. La “agitprop” (agitación y propaganda) se plantea cada vez con más fuerza, con este objetivo: remover el poder mediante la formulación, por quienes pretenden el relevo, de nuevas promesas, o nuevas mentiras, que despierten la esperanza de las masas; ejemplo, la impostura de constituir un Estado federal en una España que ya está federalizada. Nos falta un líder capaz de aglutinar en una tarea común a las principales fuerzas políticas. No es el momento de fraccionar sino de todo lo contrario: es el momento de asumir la tarea unidos. Y si carecemos de ese líder, habría que hacerlo surgir para alcanzar un convenio, pacto o acuerdo, por lo menos entre los dos partidos que tienen una mayoría abrumadora de votos en toda España. Sería una lección de patriotismo. Otra cosa equivale a columpiarse entre las ramas, y no está la Magdalena para tafetanes. El tiempo lo dirá.

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