jueves, 21 de junio de 2018

PARO QUE PERDURA



    Para movilizar a los emprendedores hay que partir de dos hechos negativos a vencer: el escaso dinero que hay para invertir en proyectos empresariales y lo poco o nada inclinadas que están las personas con iniciativa, a arriesgar un euro en un país donde las administraciones (del Estado, de las CC.AA. y de los Ayuntamientos) resultan ser, si no del todo sí en gran parte, parasitarias (parasitismo: costumbre o hábito de quienes viven a costa de otros), allí donde lo conveniente es que fueran simbióticas (simbiosis: asociación entre diferentes que sacan provecho de la vida en común).
    De cualquier forma, el ánimo inversor se puede medir por grados. En una escala empresarial de mayor a menor, la iniciativa inversora puede estar en manos de compañías multinacionales, de sociedades mercantiles de ámbito nacional o regional, de autónomos o (como variante de estos últimos) de pequeñas empresas familiares.
     Los gobiernos tienen puestas sus esperanzas en la iniciativa de los autónomos, pero –dicho sea de paso- entre la presión fiscal y laboral y las exigencias de los distintos organismos, en cuanto a requisitos a cumplir para poner en marcha cualquier tenderete, se apagan los ánimos emprendedores del más valiente inversor que hayan parido los siglos.             Pese a lo tiempos que vivimos, las iniciativas inversoras están, sobre todo, en manos de quienes tratan de asegurar la colocación de sus miembros familiares, hoy acuciados por el paro. Para ello, están dispuestos a sacrificarse para crear ese puesto de trabajo para el hijo o la hija u otro miembro familiar, tan difícil de lograrlo por cuenta ajena. 
     Por tanto, son estas pequeñas empresas familiares las que más y mejor puede colaborar hoy, gracias a su aportación personal, a poner nuevos negocios en marcha. Pero a cambio hay que ayudarles a que la maraña de obligaciones que les llueven, no los ahoguen; si así no fuera, el desánimo cundirá entre estos emprendedores en perjuicio de todos. 
     Alguien debería de estudiar esta realidad para que no se malogre un filón de nuevos empleos. Pero a ese alguien, eso sí, ha de asegurar que nuestras administraciones han de simplificar el cúmulo de requisitos burocráticos y dineros que se exigen para abrir cualquier pequeña empresa.
     (Publicado en el  año 2014. ¿Qué ha cambiado?) 

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