Desde antiguos tiempos, a medida que a los seres humanos les dió por discurrir cómo vivir más y mejor, surgiò el prurito de la igualdad. Y no queremos darnos cuenta de que gracias a ese ejercicio discursivo, se desarrolló nuestra capacidad intelectual y con ella las desigualdades estimulantes. Quedó establecida la diferencia entre la agudeza de unos, los insatisfechos, y la conformidad de otros, partidarios del sosiego.
Es curioso: ¿Quiénes, en España, se han hecho con el poder desde una minoría que pasará a la historia? Los insatisfechos a la par que desiguales personajes, partidarios ¿como no? de la igualdad inmersa, eso sí, en la inigualable diversidad de España.¡Menos mal!
Esta distinguida y desigual trama política, está constatado, condujo a que unos pocos se hicieran los amos del cotarro y del poder, circunstancia que ha movilizado los resortes de la desigualdad. Por ejemplo, ¿qué quieren los secesionistas? Que se reconozca su superioridad. Es decir que son distintos, que están mejor dotados y tienen derecho al autogobierno.
En todas las tribus, y esto pasa también en las naciones democráticas, hay clases sociales. Y cuanto más se predica la igualdad más fuertes son los tiranos disfrazados de demócratas, Pasa en los EE.UU de América, en Rusia, incluso en la UE.Y en España: mandan los desiguales, aunque presuman de lo contrario.
Son cosas del intelecto ayudado por otros factores, tanto en el lugar donde cada uno vive como en la empresa para la que trabaja, en la escuela donde se forma o en otros medios en circunstancias parecidas.
En resumen, cuando los políticos predican la igualdad están haciendo una oferta genérica que se limita a cubrir las apariencias, sin llevarnos a pensar que por naturaleza el ser humano tiende a ser desigual, incluso ante las aplicaciones de la ley. Pregunten a los turolenses, por citar un caso, si se sienten satisfechos. Está claro que ya quisieran recibir una llamada, como la recibida por los jerifes catalanistas, para tratar en pie de igualdad de los sufrimientos que se padecen en tierras de Teruel. Los dioses de la política, ante esta realidad de los desiguales ¡ni puñetero caso!
Por eso, como las zonas desérticas de España no dan para comer, los desiguales se marchan por no pegarse un tiro. Lo demás, política de salón con apariencias apostólicas.
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