viernes, 17 de abril de 2015

CON LA MANO DEL AGENTE EN LA NUCA

     El punto número cinco de la Declaración de Derechos Humanos, prescribe que "nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles o degradantes".
     Verán: es costumbre inveterada entre agentes de la autoridad, cuando se quiere introducir a un detenido en un turismo, ponerle  la mano en la nuca con intención de ayudarle a entrar de cabeza para ocupar uno de  los asientos traseros del vehículo. Es un gesto innecesario y degradante. Innecesario porque lo normal para meterse  en un automóvil es hacerlo flexionando las rodillas para llegar al asiento en posición de sentado. Y degradante, porque no se trata de ayudar sino, muy al contrario: se quiere demostrar al presunto, por la vía tácita,  quién manda y cómo lo hace; o sea, se le impone entrar de cabeza aplastándole la nuca,  en demostración tempranera de algo que ha de aprender: esto es que cualquier decisión futura, por retorcida, pintoresca o degradante que sea, ya no depende de su voluntad, sino del agente de turno. Y que nadie se queje, porque si no le ponen la mano en la nuca, igual se la ponen en el culo y nadie sabe qué es peor.
     Yo creía que lo de robar,  por un lado, y lo de humillar, por otro, era algo genético  y por eso muy común entre pueblos que desde siglos ha, siempre anduvieron a porrazo limpio dándose obleas y haciendo pasar al enemigo bajo las horcas caudinas. Pero me dicen que no, que no caiga en esa trampa, que eso si es  incurrir en racismo degradante. Si lo decía, era por aludir a una  plaga de compatriotas dados a la sisa y a rebajar las orejas del vencido. Pero me doy cuenta de que no. Dicho de otra manera, son rasgos de familia. Que viene a ser lo mismo pero sin discriminar por raza, religión, etc..
     


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