Cuando hago alusión a un "paro crónico" me refiero a España y a países que tienen una estructura social parecida. Países que no valoran en su justa medida la importancia de una enseñanza libre de adoctrinamientos y volcada en los conocimientos científicos; países que no miman a la iniciativa privada y lo confían todo al sector público; países que no dan ejemplo de honestidad en el manejo de los intereses comunes; países con excesivo números de leyes, demasiados organismos oficiales y complicada, cuando no escasa, seguridad jurídica; países donde se hace necesario contar con un asesor jurídico y otro fiscal hasta para gestionar una simple tienda dedicada a la venta de castañas.
Éstas y otras parecidas circunstancias hacen que no resulte tentador correr aventuras empresariales, en estos países y menos para crear puestos de trabajo, a no ser que estén ligadas a multinacionales o contratas del sector público bien dotadas y de cobro asegurado.
Los partidos políticos con proyectos de futuro, lo fían todo al crecimiento del sector publico en la creencia de que una acción tributaria contra el fraude fiscal y una movilización de recursos públicos permitirá activar la economía. Esto que puede ser cierto y eficaz en países con otra educación y otras miras democráticas (los nórdicos, por ejemplo) es dudoso que surtan el mismo efecto en los países mediterráneos, donde cualquiera se apunta al subsidio y ése se generaliza.
Las consecuencias del fracaso, no se ven a corto plazo. La deuda crecería aún más de lo que ya aumentó y nos conduciría a resultados similares a los que sufre Grecia.
En medio de la jauría que anda suelta para cargarse al actual Gobierno, creo conveniente que triunfen las nuevas promesas para que cuando se den la toña, terminen por convencer al pueblo de que los cambios hay que darlos, primero, en una buena escuela. Para triunfar un país necesita, sobre todo, buenos ciudadanos con las lecciones bien aprendidas. Los políticos y sus palmeros, lo mejor que pueden hacer es no estorbar.
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